Se me hace raro comentar un reality por aquí, pues no soy precisamente defensor de ese formato concreto. De hecho, la única vez que habréis podido leerme sobre el tema fue a raíz de La isla de las tentaciones en su tercera temporada, que debo reconocer que, vista como si de una ficción televisiva se tratase (y de hecho, de eso más o menos se trata), me consiguió enganchar. Otra cosa es que no vuelva a acercarme a otra edición ni con un palo, haciendo buena la expresión «una y no más, Santo Tomás».
Por
otro lado, tampoco soy muy amigo de los programas de cocina, que tan de moda se
han puesto últimamente y que, en una u otra variante, proliferan en casi todos
los canales en abierto.
No
sé bien qué es lo que me incitó a acercarme a Celebrity Baker off España, la versión patria de un formato de la BBC que ya tuvo un pequeño escarceo en Cuatro pero en modo anónimo. Quizá fue
la disparidad de sus concursantes, que a diferencia de los bodrios propios de Mediaset, en esta ocasión contaba con
famosos de verdad, en una colección de nombres tan variopinta que lograba aunar
a cantantes como Chenoa o Soraya, actores como Andrés Velencoso, Pablo Rivero o
Adriana Torrebejano e incluso figuras del deporte como el futbolista Joan
Capdevila o el árbitro Iturralde González, ambos ya retirados. O puede que sea
el hecho de que, perteneciendo los derechos a Amazon Prime Video, no tuviera que avanzar en el concurso al ritmo
impuesto por la emisora, sino que con todos los episodios disponibles (diez en
total) yo mismo podía marcar mi propio ritmo.
El
caso es que me animé a tantear el terreno y quedé francamente sorprendido.
Podría decirse que estamos ante un reverso de Master Chef, centrando en el mundo de la pastelería, que cambia la
presión y competitividad de aquel (muy en boga últimamente a raíz del trágico
desenlace de Verónica Forqué) por un sorprendente y muy divertido buenrollismo
que se extiende entre los concursantes y termina por contagiar al espectador.
Presentado
por Paula Vázquez y Brays Efe y con los chefs Frédéric Bau y Clara Pérez Villalón
como jurado, el concurso nos traslada hasta las preciosas ruinas del convento
de Los Claustros de Aylló, en Segovia, donde doce famosos deberán competir para
hacer dos postres por semana y evitar su eliminación hasta una final a tres
que, contra pronóstico, ha resultado verdaderamente emocionante.
Así,
alternando unas recetas deliciosas y los problemas para conseguir llevarlas a
cabo (hornos que no funcionan, batidores compartidos, falta de tiempo) con el
buen humor de los participantes, que consiguen que haya una química tan
especial como aparentemente imposible entre personajes como la estrambótica youtuber y actriz Esty Quesada (alias
«soy una pringada») con la expolítica Esperanza Aguirre. O alternar la seriedad
y rigor del pianista y escritor James Rhodes con la absurda locura de Yolanda
Ramos (la última participación es la de la influencer
paula Gonu, la más irrelevante del programa).
En
fin, que el invento les ha salido muy bien. La temporada se devora en un
suspiro y el humor y la emoción se alternan para convertirlo en algo tan
apetecible como los postres que preparan. Totalmente recomendable.
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