Ya he señalado muchas veces por aquí el catálogo casi infinito (y en constante expansión) de películas navideñas (algunas horrendas, todo hay que decirlo) que pueblan las plataformas, siendo posiblemente Netflix quien abandera semejante movimiento. De todas ellas, David y los elfos es posiblemente de las menos publicitadas, pero ni falta que le ha hecho, ya que los paranoicos de twitter ya se han encargado de darle la publicidad negativa necesaria para lograr, precisamente, el efecto contrario.
Provocadora
de una polémica absurda y hasta ridícula por las supuestas insinuaciones de
realidad que propone y que podría provocar preguntas incómodas por parte de los
más pequeños de la casa, casi me siento tentado a analizar el debate antes que
la propia película, pero en vista de lo que me ha gustado la propuesta navideña
polaca y lo emotiva que me ha parecido, voy a centrarme en ella, resumiendo el
debate de los encefalogramas planos en dos simples argumentos. Primero (ojo,
spoiler): Podría ser que, efectivamente, Papá Noel, los elfos y todos los
componentes mágicos de la Navidad en efecto no existan y sean productos de
ficción. Segundo (ojo, spoiler 2): la película se encarga de dejar bien claro,
desde el minuto uno, que en el mundo que proponen SÍ es real la familia Noel,
su banda de elfos, la magia y todo lo necesario para hacer de la navidad algo
entrañable y mágico, más allá del trasfondo religioso que en realidad posee.
Así que aquí se zanja el debate.
Y
si nos centramos solo en la película, ¿qué nos queda? Una estupenda propuesta
familiar para ver con los más pequeños, una historia que quizá suene a mil
veces vista pero que está planteada con una ternura maravillosa, consiguiendo
divertir y emocionar por igual. Varios son los mensajes que propone, siendo el
más evidente el de la importancia de que los niños crean en la magia y en el
espíritu navideño, sin que sea necesario que tengan demasiada prisa para
crecer, pero hay mucho más trasfondo, como el placer que se encuentra en las
cosas pequeñas y en el abrigo de la familia, siendo evidentes las diferencias entre
unas navidades en el pueblo, con sus valores familiares y sus tradiciones, o en
una gran ciudad. Trata también sobre el complejo de Peter Pan, de un padre al
que se le impone que debe madurar y dejarse de fantasías absurdas y que, cuando
lo hace, se torna casi en un amargado cuyo estrés por el trabajo marca su vida,
distanciándolo tanto de su hijo como de su esposa.
Se
trata, pues, de una película perfecta para estas fechas, que pese a las
limitaciones que podamos encontrar en una producción alejada de los cánones
americanos se ve con mucho agrado y simpatía.
Valoración:
Siete sobre diez.
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