sábado, 28 de noviembre de 2020

Visto en Netflix: LOS FAVORITOS DE MIDAS

Con el éxito de Gambito de dama todavía dando de qué hablar, Netflix estrena su última mini serie con aroma a pelotazo: Los favoritos de Midas.

Dirigida por Mateo Gil, guionista habitual de Amenábar en cuya faceta como director no había conseguido atraparme aún (sus dos últimas películas, Proyecto Lázaro y Las leyes de la termodinámica, no acabaron de convencerme), su debut televisivo es por la puerta grande, con un proyecto hecho a medida para el lucimiento del inmenso Luis Tosar a los que acompaña como trío protagonista Willy Toledo (no voy a entrar en la polémica sobre su participación en la serie, más allá de opinar que es una pena habernos perdido tanto tiempo a un actor tan bueno por culpa de no saber -él y los demás- diferenciar al actor de la persona) y Marta Belmonte.

Los favoritos de Midas adapta muy libremente una novela de Jack London, trasladada para la ocasión en un Madrid más o menos actual (la ola de disturbios que la asolan la convierten casi en una distopía).

Con un planteamiento de esos que enganchan desde el principio e invitan al debate y la reflexión, la serie arranca con un anónimo dirigido a un adinerado empresario diciéndole que si no les entrega cincuenta millones de euros mataran desconocidos de manera aleatoria.

No es este el único dilema al que se deberá enfrentar Víctor Genovés, el personaje al que da vida Tosar, y la manera en la que se entregará a cada uno de ellos, que en alguna ocasión será reprochable desde el punto de vista del espectador y en otros puede (o no) coincidir con este, está las claves para entender el mensaje que nos ofrece Mateo Gil.

La pena es que si Gil es un gran guionista, todavía le queda camino para ser un director completo. Un caso similar, salvando las distancias, al de Aaron Sorkin. Y es que en ocasiones da la sensación de que Gil confía poco en sí mismo abusando de unos diálogos demasiado sobre explicativos, mientras que en otras ocasiones se pasa de frenada y abusa de los momentos intimistas que si bien ayudan a definir el momento personal por el que pasa el tal Genovés, rompe bastante con el ritmo de la serie.

Así es como también desmerece al personaje de la periodista Mónica Báez, que parece que va a ser determinante en la trama para convertirse, en demasiados momentos, en una simple mujer florero, para que a la postre pese más lo que otros personajes hacen respecto a ella que sus propias acciones y decisiones.

Como sea, sin teniendo en cuenta el abuso de la suspensión de la credulidad al que en ocasiones nos obliga Gil, lo que no se le puede llegar a la serie es ser sumamente entretenida y hasta adictiva, y pese a distar mucho de ser redonda, el duelo interpretativo entre Tosar y Toledo y el brillante final (que seguro que mucha gente no habrá comulgado con él o, simplemente, no lo habrán entendido) sean suficientes como para que me incline a recomendarla sin ninguna duda.

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