lunes, 30 de noviembre de 2020

Visto en Netflix: CRÓNICAS DE NAVIDAD, SEGUNDA PARTE

Kurt Russell, que nos tiene acostumbrados a su imagen de tío duro pero socarrón, como los inolvidables MacReady de La cosa, Snake Plissken en 1997: Rescate en Nueva York y su secuela o Gabriel Cash en Tango y Cash, empezó a darse a conocer en películas de Disney, y aunque haya cambiado la casa del ratón por Netflix, tras una segunda juventud gracias a sus colaboraciones con Tarantino y sus apariciones en el MCU y como secundario recurrente en la saga de Fast & Furious, ahora parece haberse asegurado la jubilación gracias a Crónicas de Navidad, cuya primera entrega fue todo un éxito hace un par de años.

Con Goldie Hawn como partenier de lujo (su esposa en la vida real ya aparecía en la anterior película, aunque en aquel momento parecía sólo un chiste para cerrar el film), Crónicas de Navidad, segunda parte busca cambiar la fórmula para no ser una mera repetición, y aunque repite protagonista (eficaz Darby Camp, que tras su participación en Big little lies ya puede presumir de codearse con las grandes estrellas) no se limita a copiar el esquema, buscando ampliar el universo aunque el objetivo final, salvar la Navidad, obviamente sea el mismo.

Cuando se iba a estrenar Crónicas de Navidad, imagino que con la idea de diferenciarlos del resto de pastiches navideños, se publicitó como «de los productores de Harry Porter y la piedra filosofal», y para remarcar más esa idea el propio Chris Columbus se ha responsabilizado de dirigir Crónicas de Navidad, segunda parte, amar de coescribir el guion, y aunque es un realizador de prestigio eso no tiene que ser necesariamente bueno. Ha llovido mucho ya desde la mítica Sólo en casa y parece que en la actualidad Columbus hice más de las tartas que otra cosa, como prueba lo flojito que fue su último trabajo, Pixels.

Es quizá por eso, o por el intento de la historia de ser más infantil y edulcorada, que esta secuela parece tener menos garra que la anterior, que sin ser tampoco nada demasiado transgresor, sí tenía un aire más gamberro. Puede que el problema sea el abuso digital. Sí la primera película transcurría en su mayoría eh el mundo real y sólo se veía un atisbo del Polo Norte, aquí hay un aviso de elfos que no sólo infantilizan el resultado final, sino que demuestra las limitaciones presupuestarias lógicas de un producto de estas características. No me parece casual que la mejor secuencia de la película sea, precisamente, la del aeropuerto de Detroit, una de las pocas que suceden con protagonista humanos y sobre la emotividad funciona muy bien.

Dejando de lado comparaciones, hay que reconocer que la película sigue estando muy por encima de otras propuestas navideñas, un subgénero muy en horas bajas, y que consigue el propósito de entretener y recordar que el espíritu de estas fiestas no son sólo los regalos y el delirio consumista, sino estar con los seres queridos y recordar a los que nos han dejado ya.

En fin, que a falta de tiempos mejores, estamos ante una secuela aceptable, que invita a pesar que hay crónicas para rato, con un Russell en su salsa y que confirma que la película navideña por excelencia sigue siendo Qué bello es vivir, por lo que es gratificante saber que también en la aldea de Papá Noel se mantiene la tradición de revisitarla año tras año.

 

Valoración: Seis sobre diez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario