Ante
la llegada de una película como esta, uno no puede más que plantearse una serie
de interrogantes. Por ejemplo: ¿Cuántas películas debe protagonizar un
humorista para llegar a ser considerado actor? ¿Basta con un cambio bastante
drástico de look para mejorar a nivel interpretativo? Y por último, ¿es esta realmente
la peor película del año, como dice casi todo el mundo?
Probablemente
no sea la peor película del año (Los Visitantes la lían es decididamente peor, eso sin duda) pero sí es una mala
película. Y el principal responsable (algo de culpa tendrá Dani Rovira, pero
está claro que él hace lo que puede) la tiene Pedro L. Barbero, que ha tardado
quince años en rodar su segunda película (Tuno
negro fue la primera) y ahora puede entender uno por qué.
No
es que la dirección sea desastrosa (es hasta salvable en ocasiones), pero el
propio Barbero es autor del guion, y eso sí que es un auténtico lastre para el
film.
De
entrada, no se sabe lo que El futuro ya no es lo que era pretende ser. Parece una comedia, pero luego uno se
encuentra con unas dosis de drama bastante fuertes y muy pocos chistes (aunque
sea precisamente con un chiste como arranca el asunto). Es todo tan confuso e
irregular como las dos principales influencias de Barbero en su historia: Woody
Allen y el cine de Superhéroes. Porqué sí, Barbero pretende hacer una
tragicomedia muy a lo Woody Allen, con muchas frases lapidarias (algunas con
cierta gracia, no todo va a ser negativo) y no solo no lo esconde sino que
muestra cada vez que puede la escultura que Oviedo dedicó al cineasta de Manhattan.
Pero luego todo se resume en una metáfora sobre la dualidad del héroe que, por
si alguien no había pillado, repite constantemente: el falso héroe en que se
convierte el personaje de Dani Rovira se llama Kar-El y constantemente se
nombra a Superman. ¿Queda alguna duda? Por si fuese poco, el productor
televisivo al que da vida José Corbacho es un calco del J.J.Jameson de Spiderman, así que por influencias no
será. Una combinación, ya pueden ustedes imaginar, como aceite y agua.
El futuro ya no es lo que era parte con buenas intenciones, pero fracasa en cada
paso que da, desde la insistente y cansina voz en off hasta el despliegue de
tópicos mal empleados que se amontonan en la historia, una historia a la que le
falta ritmo, alma e identidad y que, por si no hubiese quedado claro, naufraga
definitivamente en la acumulación de escenas aparentemente finales, demostrando
que el propio Barbero no parece tener muy claro como cerrar su obra. Un buen
puñado de actores desaprovechados (Carmen Maura y Carolina Bang a la cabeza),
algún cameo que hace algo de gracia y un mensaje que resulta tan confuso que
pese al obligado giro final uno piensa que está ante una película de
postguerra: machista y homofóbica.
Puede
que algún acierto haya conseguido Barbero, como la interpretación de la joven
Lucía de La Fuente, fresca y descarada, la estampa que ofrece de la ciudad de
Oviedo y alguna que otra frase inspirada. Lo demás, anodino y plano. Y nuevo
traspiés de Dani Rovira que, más allá de sus Ocho apellidos vascos, todavía debe luchar para hacerse un nombre
como actor.
¿La
peor película del año? No, claro. Las hay peores. Pero si ese debe ser un
consuelo…
Valoración:
Tres sobre diez.
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