Siempre me he sentido muy atraído por los dramas judiciales, más si, como es el caso, se inspiran en una historia real. El director de origen hawaiano Destin Daniel Cretton toma prestada la vida del abogado Bryan Stevenson para componer una emocionante película de doble discurso: la discriminación racial y la condena a la pena de muerte.
En 1987 un hombre es condenado por matar a una chica de 18 años sin nada más que pruebas circunstanciales y el delito de ser de raza negra. Años después, se cruza en su camino un joven abogado idealista que está más deseoso de luchar por las bunas causas que de enriquecerse con la abogacía, pasando de graduarse en Harvard a montar un bufete en Alabama donde defender a condenados a muerte sin cobrar por ello.
Cuestión de justicia describe todos los años en los que el proceso para conseguir que se repita el juicio contra Walter McMillian, ampliando horizontes con otra defensa en paralelo y plasmando la realidad de una sociedad por desgracia para nada olvidada en la que el propio abogado pasará a ser enemigo del pueblo por el simple hecho de pretender averiguar una verdad que puede resultar demasiado incómoda para algunos.
Dirigida con eficacia pero excesiva sencillez, logrando huir del complacismo televisivo gracias, en gran medida, al trabajo actoral de Michael B. Jordan y Jamie Foxx. Sin embargo, el guion alarga demasiado las situaciones, provocando altibajos en el ritmo. Quizá se deba a querer abarcar demasiado, resultando que las dos horas y cuarto de metraje resulten algo excesivas para una historia donde personajes como el que interpreta Brie Larson queden demasiado desdibujados.
Película, en fin, algo irregular, que tampoco aporta nada demasiado novedoso sobre otras de su mismo género pero que aún así logra funcionar a nivel emocional, siendo lo que la logra salvar finalmente.
Valoración: Seis sobre diez.
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