Dicen
que a la tercera va la vencida. Dese hace tiempo la Universal, a la que todavía
se la recuerda por el panteón de clásicos de terror de los años 30’, ha intentado
construir su propio universo cinematográfico rescatando a esa colección de
monstruos clásicos emulando el estilo Marvel. El proyecto empezó y murió
en 2014 con Drácula, la leyenda jamás contada y tuvo un reinicio
(rebautizado como Dark Universe) con La Momia, de 2017. Ambas películas
resultaron sendos fracasos y el invento quedó aparcado… ¿Hasta ahora?
Para
revivir la magia y el terror de esos engendros de pesadilla, la productora ha
decidido dejar las riendas en manos de su más reciente aliada, una Blumhouse
especializada en películas de terror exitosas, pero de escaso presupuesto, y el
nombre que da el pistoletazo de salida a esta nueva intentona es el de El hombre invisible.
Dirigida
por un hombre de la casa, Leigh Whannell, responsable de Insidious: capítulo 3 y Upgrade, y con una estupenda Elisabeth Moss encabezando el
reparto, la película ha sido todo un éxito, y tras sacar brillantemente partido
a un presupuesto ridículo (siete millones de euros), la película ha superado ya
los cincuenta millones de recaudación, y eso en apenas una semana.
Conscientemente
alejada del texto literario de H.G. Wells, la película se agermana en ciertos
momentos a la versión que hiciera Paul Verhoeven (El hombre sin sombra,
2000), centrándose esta vez más en el personaje femenino que en el villano de
la función. Así, antes que un film de terror, El hombre invisible es un
retrato sobre la sociedad del #metoo, presentando al personaje encarnado
por Moss como una mujer maltratada que debe huir de su violento marido para
comprobar que no hay lugar donde esconderse de sus propios fantasmas, no ayudando
demasiado la incomprensión y el escepticismo de los que la rodean.
Con
esta base, Whannell se las apaña para construir un relato de intriga donde se
pasa del terror sobrenatural (hay momentos que la película recuerda a un film
de espíritus) al cine de acción, acompañando con ello al cambio evolutivo de la
protagonista. Es cierto que Elisabeth Moss está magnífica y ella sola sostiene
toda la película, contagiando al espectador el terror que siente mediante sus
miradas o gestos, pero no es menos cierto que el trabajo del realizador es
fundamental para crear una atmósfera desasosegante, consiguiendo angustiarnos y
que planos aparentemente vacíos resulten verdaderas pesadillas.
No
está claro si esta película será en efecto el inicio de un nuevo universo o un
caso aislado, pero lo cierto es que estamos ante un magnífico film de terror,
inteligente y muy bien calibrado, que sabe ir más allá del simple jumpscare
para crear un horror tan angustiante como real, obligando, eso sí, a aceptar
algunos deus ex machina, peaje que se paga con gusto en vistas del resultado
final.
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