miércoles, 4 de marzo de 2020

Cine: HASTA QUE LA BODA NOS SEPARE

Dentro del género de la comedia romántica habría que clasificar el mundillo de las bodas como un tema aparte. Estas son un escenario ideal para proponer situaciones absurdas y componer a las parejas más variopintas, y quizá el argumento de Planes de boda, a mayor gloria de Jennifer López y Matthew McConaughey sea quien mayor se ajuste argumentalmente a Hasta que la boda nos separe, por más que estemos, en realidad, en el remake de una película francesa, Jour J.
Siguiendo la moda de copiar films de filmografías vecinas, Hasta que la boda nos separe parece otro producto prefabricado más, temiendo que se pudiera parecer demasiado a la reciente Si yo fuera rico (con la que comparte actor protagonista), de manera que estuviésemos ante una comedia funcional pero demasiado prefabricada, defecto de la mayoría de películas del cine español actual demasiado limitadas por las exigencias de taquilla de las productoras televisivas.
Afortunadamente, en este caso está al timón uno de los mejores directores del panorama patrio, un Dani de la Orden que, si bien luce más en la intimidad (Barcelona, nit d’estiuBarcelona, nit d’hivern y Litus son superiores a El pregón o El mejor verano de mi vida), aquí consigue sacar el máximo partido a las situaciones cómicas, sabiendo mantener un ritmo sin altibajos narrativos y aprovechando perfectamente a los actores que configuran el trio romántico protagonista, Álex, Silvia Alonso y Belén Cuesta.
En realidad, no es que sea muy complicado lo que debe hacer: un poco de mimo y profundidad a sus personajes (en ese sentido es interesante conocer el pasado de la protagonista), lograr una química efectiva entre los actores y saber cómo despuntar los momentos cómicos, pudiendo rozar el ridículo en algunos momentos, pero sin llegar a alcanzarlo nunca y sacando oro de las colaboraciones de secundarios que nunca amenazan con dominar la función.
Así, la película resulta ser una comedia muy divertida, conmovedora por momentos, donde todo funciona muy bien y consagra a De la Orden como un artista a la hora de tocarnos la fibra a la vez que nos saca una carcajada.
No es que haya nada original en la propuesta, pero cuando algo está bien hecho, a veces es suficiente con ello.

Valoración: Siete sobre diez.

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