martes, 2 de agosto de 2016

ZIPI Y ZAPE Y LA ISLA DEL CAPITÁN: Inferior pero aceptable.

En pleno auge de las adaptaciones comiqueras al cine resultaba extraño que en España no se apostara por un género que sobre el papel había dado grandes clásicos, siendo Mortadelo y Filemón las únicas incursiones en materia (a la espera de la eternamente prometida SuperLópez). Pero eso cambió el año pasado con los estrenos de Anacleto,agente secreto y, sobre todo, Zipi yZape y el club de la canica.
Con las aventuras de Los Cinco, de Enid Blyton como principal referente literario, y las películas juveniles de aventuras, con Los Goonies de Richard Donner como principal muestra, la película de Oskar Santos no guardaba una fidelidad demasiado exhaustiva con respecto a los personajes de papel creados por Escobar, lo cual terminó siendo una suerte, ya que de lo contrario podría haber terminado cayendo en el ridículo.
Siguiendo la estela de la acertada aventura juvenil, el propio Santos ha vuelto a hacerse cargo de Zipi y Zape y la Isla del Capitán, una secuela que, aun siendo muy fiel a la original, ha sabido evolucionar lo suficiente para no limitarse a repetir esquemas y aportar un capítulo nuevo en las andanzas de los gemelos más famosos del tebeo. 
Sorteando sin problemas la necesidad de cambiar a los actores protagonistas (cuyas edades actuales no serían acordes a los personajes), Santos ha optado esta vez por inspirarse en la literatura más universal y acoger, como si de la Liga de los hombres extraordinarios de Alan Moore se tratase, influencias tan variopintas como el Capitán Nemo de 20.000 leguas de viaje submarino, el Hombre Invisible, Peter Pan y el Capitán Garfio, el doctor Jeckyn y Mr. Hyde o el mismísimo Sherlock Holmes.
Una cosa parece segura, y es que Santos ha querido hacer una película mucho más grande y ambiciosa que su predecesora, con más humor, más aventura y más efectos visuales. Y ese avance evolutivo en la historia sería de agradecer si no fuese porque, por el contrario, lo que no ha evolucionado ha sido el presupuesto. Así, las ambiciones de Santos se contraponen con sus limitaciones, lo cual termina por evidenciarse en pantalla (la aparición del gorila, personalmente, me saca mucho de la historia).
Con todo, no se le puede negar a la película el deseo de contagiar al público por el amor al cine de aventuras de hace unos años, terminando por ser un estupendo entretenimiento infantil y juvenil perfectamente llevadero para los adultos y donde, como en la anterior ocasión, lo mejor de la función reside en el papel del villano, en esta ocasión con el rostro de Elena Anaya, que lo borda como la empalagosa aunque histriónica dueña de una especie de orfanato afincado en una misteriosa isla donde irán a recaer los dos hermanos.
Cine familiar del bueno, algo por debajo de El club de la canica, pero igualmente recomendable.

Valoración: Cinco sobre diez.

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