En
pleno auge de las adaptaciones comiqueras al cine resultaba extraño que en
España no se apostara por un género que sobre el papel había dado grandes
clásicos, siendo Mortadelo y Filemón
las únicas incursiones en materia (a la espera de la eternamente prometida SuperLópez). Pero eso cambió el año
pasado con los estrenos de Anacleto,agente secreto y, sobre todo, Zipi yZape y el club de la canica.
Con
las aventuras de Los Cinco, de Enid
Blyton como principal referente literario, y las películas juveniles de
aventuras, con Los Goonies de Richard
Donner como principal muestra, la película de Oskar Santos no guardaba una
fidelidad demasiado exhaustiva con respecto a los personajes de papel creados
por Escobar, lo cual terminó siendo una suerte, ya que de lo contrario podría
haber terminado cayendo en el ridículo.
Siguiendo
la estela de la acertada aventura juvenil, el propio Santos ha vuelto a hacerse
cargo de Zipi y Zape y la Isla del
Capitán, una secuela que, aun siendo muy fiel a la original, ha sabido
evolucionar lo suficiente para no limitarse a repetir esquemas y aportar un
capítulo nuevo en las andanzas de los gemelos más famosos del tebeo.
Sorteando
sin problemas la necesidad de cambiar a los actores protagonistas (cuyas edades
actuales no serían acordes a los personajes), Santos ha optado esta vez por
inspirarse en la literatura más universal y acoger, como si de la Liga de los hombres extraordinarios de
Alan Moore se tratase, influencias tan variopintas como el Capitán Nemo de 20.000 leguas de viaje submarino, el
Hombre Invisible, Peter Pan y el Capitán Garfio, el doctor Jeckyn y Mr. Hyde o
el mismísimo Sherlock Holmes.
Una
cosa parece segura, y es que Santos ha querido hacer una película mucho más
grande y ambiciosa que su predecesora, con más humor, más aventura y más
efectos visuales. Y ese avance evolutivo en la historia sería de agradecer si
no fuese porque, por el contrario, lo que no ha evolucionado ha sido el
presupuesto. Así, las ambiciones de Santos se contraponen con sus limitaciones,
lo cual termina por evidenciarse en pantalla (la aparición del gorila,
personalmente, me saca mucho de la historia).
Con
todo, no se le puede negar a la película el deseo de contagiar al público por
el amor al cine de aventuras de hace unos años, terminando por ser un estupendo
entretenimiento infantil y juvenil perfectamente llevadero para los adultos y
donde, como en la anterior ocasión, lo mejor de la función reside en el papel
del villano, en esta ocasión con el rostro de Elena Anaya, que lo borda como la
empalagosa aunque histriónica dueña de una especie de orfanato afincado en una
misteriosa isla donde irán a recaer los dos hermanos.
Cine
familiar del bueno, algo por debajo de El
club de la canica, pero igualmente recomendable.
Valoración:
Cinco sobre diez.
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