Aunque
podamos presumir de que últimamente el cine español ha sabido reinventarse y
tocar todo tipo de palos genéricos, en la mayoría con acierto, todavía
arrastramos la el resurgir que hace unos años padeció el thriller de terror
gracias, sobre todo, a títulos como Los
otros o El orfanato. Ahora que
parece que es el thriller policial el que ha ocupado su lugar en la
predominancia de películas de género, Secuestro parece un intento tardío de aprovecharse de esa moda, no dudando en referirse a
otros títulos de la productora como El
Cuerpo, Los ojos de Julia o la
mencionada El Orfanato para publicitarla
o recurrir a José coronado para una colaboración breve pero crucial, algo a lo
que se está acostumbrando últimamente (Hijo de Caín sería otro buen ejemplo).
Secuestro no es un film de terror como tal, pero pretende
conseguir una atmósfera de misterio angustiante y tramposa que va más allá del
simple policíaco, como si aspirase a lograr la sordidez de títulos de culto
como Seven. Todo comienza con la
aparición de Víctor, un niño mudo, en mitad de la carretera y ensangrentado.
Víctima de un secuestro, el hecho de que sea hijo de una importante abogada da
al caso una relevancia especial que pronto se convertirá en una caza de brujas
contra el único sospechoso del caso, un granuja de poca monta acostumbrado a
trapicheos menores y con antecedentes penales.
Mar
Tarragona debuta aquí como directora, aunque tiene amplia experiencia en el
campo por su faceta de productora de alguno de los títulos antes mencionados, y
aunque sale airosa en su trabajo carece de un guion lo suficientemente
contundente como para que su historia funcione como debe ser. Personajes
increíblemente estúpidos, situaciones descabelladas, subtramas desaprovechadas
y giros que se ven venir de lejos son demasiado lastre para conseguir que la
película funcione, por más que las interpretaciones se esfuercen en salvar la
papeleta o, por lo menos, dignificarla.
Y
es una lástima, porque uno podría conformarse con que una película de estas
características distraiga y mantenga la tensión durante algo más de hora y
media, pero hay algunos despropósitos argumentales tan grandes que es imposible
desconectar de ellos y disfrutar de la película sin más, lo que echa al traste
todo lo bueno que, por el contrario, se pudiese encontrar.
Valoración:
Cuatro sobre diez.
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