Malas Madres es la nueva película del dúo formado por Jon Lucas y
Scott Moore, que debutaron con la insuficiente Noche de marcha pero que serán siempre recordador por haber escrito
aquella gamberrada tan aplaudida que fue Resacón en Las Vegas, aunque en honor a la verdad no han vuelto a hacer nada
memorable desde entonces.
Muy
por debajo de la película que consagró a Bradley Cooper, Malas Madres sigue la estela de la clásica comedia americana llena
de gamberradas y chistes de mal gusto pero que, en el fondo, esconde un mensaje
edulcorado y bienintencionado. Esa falta de mensaje es lo que distinguía a Resacón en Las Vegas, que junto a una narrativa
bastante original prometía diversión y solo diversión (sí, podía verse oculto
un canto a la amistad pero…). En ese sentido, Malas Madres se encuentra en el lado opuesto, y por mucho que su
punto de partida (tres madres que renuncian al compromiso de actuar con la impecable
responsabilidad que se les supone) promueva la libertad y la felicidad que
puede conseguirse con solo dar un portazo en las narices a los maridos y los
hijos, la conclusión final es justo lo contrario, y junto al tufillo
exageradamente feminista que desprende el film la conclusión final es que la
maternidad es lo más bonito del mundo, que no hay nada como los hijos y que
cualquier sacrificio es poco. Y que no existen, en realidad, las malas madres.
Solo las malas expectativas.
Desconozco
que le está pasando a la comedia actual que, pese a regar sus guiones con
chistes obscenos y escatológicos, terminan resultando más moralistas que un
telefilm de Disney (recuerden el reciente caso de Hermanísimas), como si la mala baba que se gastaban los Reitman,
Landis y compañía y que solo lograron rozar en sus primeros films Judd Apatow o
los hermanos Farrelly se hubiese agotado ya. O quizá es producto de una nueva
corriente de puritanismo y conservadorismo en la sociedad americana. El caso es
que lo que se promete como una gamberrada rompedora y desafiante termina siendo
una comedia blandita y moralizadora, casi panfletaria. Y si no, atentos a las
escenas que acompañan a los títulos de crédito finales.
Con
todo, la peli cuenta con un reparto femenino bastante apañado, encabezado por
una Mila Kunis que después de su descalabro con El destino de Júpiter ha demostrado sentirse más cómoda en la
comedia que en cualquier otro campo. A su lado están nombres como Kathlyn Hahn,
Kristen Bell, Christina Applegate o Annie Mumolo, todas unas expertas en estos
inventos. La guerra de sexos habitual ha sido sustituida aquí por una guerra de
lobas (también con final feliz, no vaya a ser que alguien se nos ofenda), y el
desmadre viene de la mano de tres improbables amigas que amenazan con romper
(por poco tiempo) con las reglas de la sociedad.
La
película es divertida, no lo voy a negar, y los personajes logran que empatices
con ellos, mostrando un variado repertorio de filias y fobias (algunos rozando
el tópico más clasicista), pero ese regusto a mensaje buenrollero impide
disfrutar del todo del show, casi como si a uno le obligaran a quedarse a
barrer y limpiar después de la fiesta.
La
vida se ha edulcorado, y aunque aquí encontremos malas madres, malos hijos,
malas esposas, malos maridos y malos profesores, la irreductible unión
fraternal entre las bunas amigas (¿qué importa que nos acabemos de conocer?,
que diría Sabina) podrá con todo.
Comedia
de carcajadas contadas y sonrisa estable, algo más simpática que la media
habitual pero muy poca cosa para ser obra de quien es. Y es que la sombra del Resacón es alargada…
Valoración:
Seis sobre diez.
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