De
nuevo tengo oportunidad de recuperar en cines una película de hace ya un par de
meses a la que tenía bastantes ganas.
El hombre que conocía el infinito es un retrato de la historia real de Srinivasa
Ramanujan, un joven indio que sin estudios ni formación previa logró crear
fórmulas matemáticas que lo situaban a la altura de Einstein y cuyos trabajos
se siguen utilizando en la actualidad para el estudio de los agujeros negros.
El
principal handycap que tiene la película es su complejidad temática. Lo mismo
que el profano en economía puede perderse ante algunas explicaciones de La gran apuesta o el que no esté interesado
en tecnología no se entera nunca de lo que hablan en Steve Jobs, aquí podemos pasar mucho tiempo contemplando a Dev
Patel o a Jeremy Irons (que da vida al mentor de Srinivasa y su máximo valedor
ante los incrédulos y algo racistas académicos de Cambridge) escribiendo
fórmulas en una pizarra que nos pueden sonar a chino. ¿La solución? Reconocer
que nos importa un pepino y disfrutar del trasfondo de la historia. Porque
esto, en realidad, no va de matemáticas, sino del joven que vive por y para
ellas. Así, El hombre que conocía el
infinito es un retrato de un chico que lo abandona todo en pos de un sueño
pero es también una historia de amor y amistad, un fresco de una época donde la
discriminación por el color de la piel no estaba mal vista y una mirada episódica a una Europa que
comenzaba a conocer los horrores de su primera gran guerra.
Interesante
y emotiva, es esta una película exclusiva para entregados a tales ofrendas, que
podría causar bostezos en el aficionado más comercial pero que nos devuelve al
mejor Irons en mucho tiempo que con su mera presencia logra dar un empaque
especial a la historia y que logra rociar de humor (fino y británico, pero
humor al fin y al cabo) una historia muy dramática sin caer en el ridículo.
Proyecto
muy personal de Matt Brown, que escribe, produce y dirige, al que se le nota la
carencia de fondos que hace que en algunos momentos tenga un aspecto visual
demasiado televisivo, un mal común en este tipo de producciones biográficas de
recursos limitados. Apenas una ligera pega para una buena película que, cuanto
menos, sirve para darnos a conocer a un hombre legendario del cual, lo
confieso, no había oído hablar nunca.
Solo
por eso ya vale la pena.
Valoración:
Seis sobre diez.
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