Mientras
uno contempla Héroes en el Infierno
no puede evitar sentir cierta sensación de agotamiento. Estamos ante la clásica
película inspirada en hechos reales que sirve de vehículo para glorificar a un
puñado de héroes (totalmente desconocidos para el público ajeno al lugar donde
se desarrollaron los hechos) que bien podría definirse como una especie de Llamaradas (aquel clásico de Ron Howard
de 1991) versión forestal, bajo la batuta del Clint Eastwood de turno, una
especie de dramón televisivo con el presupuesto justo para unas panorámicas
llameantes efectivas y un reparto de campanillas que aspire a atraer al público
a las salas.
Sin
embargo, entre el tedio que puede provocar ver escenas de intervenciones de la
compañía Granite Mountain Hotshots en incendios varios con resultados
satisfactorios, la “familia” que esta compañía conforma empieza a calar en el
espectador, llegando a interesar más sus problemas familiares que las supuestas
heroicidades, dirigidas con corrección pero carentes de la épica necesaria.
Es
a mitad de la película cuando nos empezamos a dar cuenta de que estamos siendo
manipulados, de que la cuestión de los bosques es una mera excusa para que
compartamos las vidas de los protagonistas y los conozcamos lo suficiente para
golpearnos en el momento final, cuando llegue el fuego que de verdad cuenta.
Es
cierto que, llegados a ese punto, la película es un ejemplo de esos de
pornografía sentimental sin más intención que la de reconducir nuestros
sentimientos, pero posiblemente sea ya tarde para protestar por ello. Llega el
momento en que la mayoría de la sala del cine (que ni mucho menos esperen que esté
llena) está con pañuelos empapados. Y como ese es el objetivo final de la
película, y cumple a la perfección con ello, ¿qué importa que nos sintamos manipulados?
Héroes en el Infierno no es ni más ni menos que eso, un relato sobre un
puñado de gente que se juega la vida a diario y el homenaje a los mismos,
aunque quizá falla en la necesidad de hacer extensible ese homenaje al resto de
profesionales del país (o del planeta, ya puestos), personificando demasiado la
emotividad en ellos, insinuando incluso la incompetencia de algunos cuerpos que
les rodean para que con ello queden más glorificados. Perjudicada por un
alargado metraje (demasiados incendios intrascendentes previos), la película se
beneficia de su impactante final y del propio desconocimiento de los hechos
reales, amén de ver a un grupito de actores de relumbrón entre los que destacan
Miles Teller y Josh Brolin pero que cuenta también con participaciones de Jeff
Bridges, Jennifer Connelly, Taylor Kitsch y la desaparecida Andie McDowell.
Valoración:
Seis sobre diez.
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