De
hecho, tenían tanto miedo en su productora, Paramount,
de que el pueblo llano fuese incapaz de comprenderla, que solo se ha estrenado en
cines de Estados Unidos y Canadá, quedando relegada su distribución para el
resto del mundo a ese aparente contenedor de basura que se supone que es
Netflix, gracias a la cual hemos podido llegar a ver films de diversa calidad
como la reciente The Cloverfield paradox.
Esta
vez, sin embargo, no hay lugar para dudas. Todo el mundo coincide con que Aniquilación es una gran película.
Inspirada
en la novela de Jeff VanderMeer (que iniciaba con ella una trilogía que, visto
como ha tratado la productora a la película, dudo que lleguemos a ver en
imágenes), Aniquilación narra la
aparición de una región de extrañas cualidades antinaturales que se va
extendiendo lentamente con un faro como aparente punto de origen. Un grupo de
mujeres encabezan la expedición número doce en busca de respuestas, a sabiendas
de que solo ha habido un único superviviente entre las incursiones anteriores.
No
es esta, sin embargo, una historia de acción y aventuras (probablemente lo que
en Paramount se esperaban), sino que
al abrigo de un puñado de estupendas actrices (Natalie Portman, Jennifer Jason
Leight, Tessa Thompson, Gina Rodriguez y Tuva Novotny, amén de la presencia
masculina de Oscar Isaac) nos hallamos ante una fábula pesimista sobre la
crueldad de la naturaleza misma, donde descubrimos que la supervivencia de las
especies pasa por la destrucción de las razas inferiores, y que incluso el
amor, que en otros casos suele utilizarse como catalizador de esperanza, es
aquí un catalizador enfermizo y dedicado a la condenación.
Todo
esto lo explica Garland mediante un guion con más preguntas que respuestas,
bebiendo de fuentes tan complejas como el Kubrick de 2001 pero también en el Carpenter de La Cosa o las fabulaciones de Lovecraft y Tarkovsky. Hay momentos
de gran psicodelia visual, con gotitas de puro terror y unos efectos especiales
de aspecto artesanal pero muy competentes e imaginativos. Sin embargo, por
mucho que se pueda hablar sobre la película y su trasfondo, solo hay una
pregunta que valga la pena resolver para deleite del público: ¿es una obra
maestra o un tremendo coñazo?
Como
película personal y de personalidad que es, no hay respuesta posible para eso,
lo mismo que no hay respuesta sencilla a los enigmas que plantea. Si hay un
caso en el que la satisfacción de una película dependerá de las exigencias de
su público es este, y donde algunos verán una maravilla otros desconectarán a
los veinte minutos de metraje.
No
creo que sea adecuado hablar de maestría, pero sí simpatizo mucho con el ritmo
lento y la correcta construcción de personajes (y, valga el tópico, el Área X
que deben inspeccionar las protagonistas es un personaje más), de manera que,
pese a esa sensación de tristeza e incluso vacío que deja la película tras su
visionado, yo quedé gratamente complacido, aceptando ya a Alex Garland como uno
de los grandes artífices de la ciencia ficción moderna, equiparable ya al más
optimista Villeneuve con La llegada
como otro gran ejemplo de ciencia ficción sesuda. Así, esta película complacerá
a críticos, amantes del postureo y espectadores de mente abierta, pero no será
para nada plato de buen gusto de aquellos que solo quieran ver efectos
especiales digitales como los coloridos carentes de sentido de tonterías como Un pliegue en el tiempo, por poner un
ejemplo de ciencia ficción pedante pero que no aspira a nada más (sin
conseguirlo siquiera) que a ser un simple film palomitero.
Garland,
como Villeneuve, está ya en la liga de los grandes maestros, esa en la que
parecía iba a estar también Duncan Jones tras su grandiosa Moon y cuya grandeza solo logra acariciar levemente en la reciente Mudo, también condenada al ostracismo
relativo de Netflix.
Valoración:
Ocho sobre diez.
me gusto, pienso que es como prometeus, pero bien hecha
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