viernes, 30 de marzo de 2018

MARÍA MAGDALENA

Hace un par de años el Papa Francisco se encargó de rectificar una de las injusticias de la Iglesia Católica respecto a su rigor histórico y reconoció la verdadera condición como discípula de Jesús, y no prostituta, de María Magdalena. Ahora, en pleno fervor feminista, el director Garth Davis, que se encumbró el año pasado con la insuficiente Lion, ha realizado una película que recrea la “verdadera” historia de un personaje que ya sufrió un repunte de popularidad a raíz de la novela (y posterior adaptación cinematográfica) de Dan Brown, El Código DaVinci.
En María Magdalena no se confiere a la seguidora de Jesús toda la autoría de crear la Iglesia Católica, ni se apunta ninguna posibilidad de que llegara a casarse con el Mesías e incluso tener un hijo con él, como apuntaba el best-seller, pero sí nos presenta a una maría de Magdala adelantada a su tiempo, de fuertes convicciones, enfrentada a su familia (en especial a su hermano) por su negativa a que su destino fuese simplemente casarse y dar hijos a su marido, revolucionaria y líder de un feminismo declarado que se resume en varios diálogos entre ella y Jesús o alguna acción en concreto que dudo mucho hubiesen estado en la película si esta se hubiese filmado apenas un par de años antes.
Con todo, María Magdalena busca más ser un relato sobre la Fe y la convicción de un ideal que una biografía en sí, resultando por ello que Davis cae en un trascendentalismo demasiado intenso, cargando la historia con un tono realista que puede llegar a confundir por momentos (la necesidad de mostrar los escasos milagros de manera tan poco espectacular), y con un abuso de primeros planos de una lacónica Rooney Mara que llega a hastiar con su eterno rostro melancólico y dejando al Jesús de Joaquin Phoenix en demasiado segundo plano.
En un tiempo donde las películas bíblicas parecen de otra época (La Pasión de Cristo, de Mel Gibson, es el último gran éxito del género, y data ya de hace catorce años), María Magdalena no tiene ni la espectacularidad de títulos como Noé, de Darren Aronofsky, o Exodus, de Ridley Scott ni la polémica sangrante de La última tentación de Cristo, de Martin Scorsese, con lo que debe conformarse con ser una revisión dela historia muy apática y plana, con un actor bastante desaprovechado y una actriz incapaz de transmitir la fuerza que se le supone al personaje. Es, desde luego, una película idónea para ver en Semana Santa, que interesará a los más fieles, incapaz de ofender en su mensaje (a no ser que uno sea muy seguidor del personaje de pedro), pero que como producto cinematográfico resulta tedioso. A nivel argumental, la historia tiene algún elemento de acción que Davis es totalmente incapaz de plasmar con efectividad, limitándose solo a brillar (es un decir) en los momentos más contemplativos y oníricos de la trama, empeñado en hacer una película tan intensa y profunda que solo se puede resumir como de aburrida, resultando además demasiado elíptica para los menos conocedores de la historia y cuyos momentos cumbres (la última cena, la traición de Judas) resultan demasiado atropellados.
Es cierto que, a partir de ahora, ya no podremos entender igual la canción de Sabina de Una canción para la Magdalena, pero más allá de eso, poco va a trascender esta película correcta en lo visual pero de pocos méritos más, que ni siquiera servirá para ensalzar el mensaje feminista, por más que parezca querer intentarlo.

Valoración: Cuatro sobre diez. 

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