martes, 20 de marzo de 2018

MUDBOUND

Para bien o para mal, muchos consideran Netflix como un contenedor de paquetes que nadie quiere, y pese a los éxitos que suelen tener sus series parece que su producción cinematográfica sigue dando mucho que desear, siendo a menudo incluso objeto de mofa. Las grandes campañas promocionales que anuncian estrenos como Fe de etarras, la carísima Bright o la vapuleada Mudo no parecen de ser correspondidas con unos mínimos de calidad (al menos desde un punto de vista crítico), y al final se termina hablando más de lo que costó un anuncio durante la SuperBowld que de lo bien o mal que pudiera funcionar The Cloverfield Paradox.
Solo Aniquilación parece salvarse de la quema, aunque decir eso sea una gran injusticia para con la gran plataforma de streaming. Si nos olvidamos de los títulos que vienen precedidos por una llamativa (y efectiva) publicidad y nos entretenemos en rebuscar un poco en el extenso catálogo podemos hallar alguna que otra pequeña gran joya.
Yo mismo confieso que se me había pasado totalmente por alto esta Mudbound, y ni siquiera ahora, después de que haya hecho historia con sus cuatro nominaciones al Oscar (lo que demuestra que una vez pasada la tormenta del último Cannes hay que empezar a tomarse a estas plataformas en serio), parece que el gran público haya descubierto la película de Dee Rees. Afortunadamente, una de las ventajas del streaming es que siempre se está a tiempo para recuperarlas sin temor a que las exhibidoras las eliminen de las pantallas prematuramente, lo que me da pie para poder hablar un poco de ella.
Sobre el papel, Munbound puede parecer el clásico drama racial localizado en la América sureña que hemos visto mil veces. Y, de hecho, eso es lo que se intuye durante su primera parte del metraje, aunque la directora juega hábilmente con el espectador gracias a ese arranque en forma de flashforward aparentemente intemporal que invita a pensar, con el tema de las plantaciones de algodón y la marginación de los negros, a que estamos en la época de la esclavitud, sorprendiéndonos de inmediato cuando se anuncia el bombardeo a Pearl Harbor. Efectivamente, los americanos se lanzaban de cabeza a luchar contra ese fustigador de libertades que fue Hitler mientras en su propia casa los negros seguían siendo considerados más animales que humanos.
Mudbound arranca con la historia de los McAllan, una familia liderada por el ambicioso Henry que compra una granja con mano de obra negra con el propósito de iniciar una nueva vida en el campo (o en infinitas extensiones de barro, más bien), junto a su esposa Laura, su padre Pappy, sus dos hijas y su hermano Jamie. Sin embargo, apenas entrar los Estados Unidos en la guerra europea el pequeño de los McAllan decide alistarse, llegando a ser un héroe aéreo.
Mientras, los Jackson trabajan las tierras con la esperanza de que algún día sea suyas, un sueño muy lejano para una familia de raza negra. Hap y Florence son los cabezas de familia que deben seguir adelante tras la marcha a la guerra de su hijo mayor, Ronsel, que termina pilotando tanques dentro de lo que llegó a ser conocido como Las Panteras Negras, a las órdenes del general Patton.
Mudbound es una película algo culebronesca, de rivalidades familiares a causa de un racismo inherente a esa sociedad y unas ambiciones no siempre correspondidas por los objetivos. Sin embargo, tras un arranque algo lento y plomizo, necesario sin embargo para llegar a conocer bien a los protagonistas, otros elementos como la amistad, las secuelas de la guerra o incluso el machismo visto como algo terriblemente cotidiano en la época, van adueñándose de la trama logrando engrandecer la película.
Es Mudbound un film claramente antiracial, pero, incluso contando con que su directora y guionista Dee Rees es afroamericana, no me parece el clásico alegato en favor de los negros, sino que se busca una mirada imparcial de una realidad histórica que fue como fue y que como tal hemos de condenarla. No hay buenos ni malos (a nivel general, claro), de manera que no se pretende juzgar o santificar a una raza entera. Rees prefiere explicar su historia y dejar que sean los propios hechos los que recalen en la conciencia del propio espectador.
Así, pese a su alargado metraje, la película termina por cautivar y emocional, con unos personajes bien construidos y una brillante fotografía, bien merecedora de esa nominación al Oscar, que habría lucido de maravilla en pantalla grande.

Valoración: Siete sobre diez.

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