Se ha hecho larga la espera, pero al fin ha llegado la nueva tanda de episodios de la serie de animación creada por David Fincher y Tim Miller.
En esta ocasión, la
antología de Love, Death & Robots
se limita a ocho episodios, en lugar de los dieciocho de la primera temporada.
Esto permite que sus creadores se hayan podido centrar más en la calidad de los
mismos, teniendo por contra que se disfruta en un suspiro, haciendo uno esté ya
esperando con ansia una ya confirmada tercera temporada.
La reducción de
episodios permite una mayor cohesión narrativa. El propio concepto de antología
invita a que no todos los episodios tengan el mismo nivel, pero dejando de lado
el primero, Servicio al cliente automatizado,
donde impera un macabro humor negro, da la sensación de que la coherencia
interna sea más cuidada que en la temporada anterior, sin que ningún episodio
se sienta como de relleno, algo que sí sucedía con anterioridad.
Incluso el apartado
visual es más continuista, siendo Hielo
el que más rompe con los esquemas.
Sin entrar a
detallar cuál es mejor o peor, algo muy personal y subjetivo, no he encontrado
ninguno que me haya sobrado, pasando desde la simpatía que produce algún relato
perfectamente cerrado, como Por toda la
casa, hasta las ganas de saber más del mundo que se presenta en títulos
como La hierba alta (homenaje
evidente a Lovecraft y King) o Cobijo.
Puede recriminársele
que los guiones no sean todo lo redondos que podrían llegar a ser, conformándose
algunos en partir de un concepto poderoso y dejarlo luego todo en manos del
terminado visual, siempre impecable, pero ello provoca que la satisfacción ante
el episodio final, El gigante ahogado,
sea aún más disfrutable por el menaje triste y poético que esconde.
El fin, una
magnífica temporada que demuestra que el invento no fue flor de un solo día y
del que espero con ganas más historias.
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