Un tipo corriente es atracado y decide tomarse la justicia por su mano. Se mete con los tipos equivocados, ya que uno de los afectados es el hermano de un capo de la mafia ruso y eso pone su vida patas arriba, pero resulta que el tipo tiene sus secretos y los conocimientos adquiridos en su pasado aseguran al espectador una buena ración de tiros y tortas.
Este
podría ser el argumento de John Wick,
la película escrita por Derek Kolstad sobre un tipo normal cuyo pasado sale a
relucir a raíz del asesinato de su perro. Sin embargo, se trata de Nadie, la película escrita por Derek
Kolstad sobre un tipo normal cuyo pasado sale a relucir tras el robo de una
pulsera de gatitos de su niña.
¿Quiere
decir esto que estamos ante una versión paródica de la saga que nos trajo de
vuelta al mejor Keanu Reeves? Para nada. Simplemente Kolstad es consciente del
sentido del ridículo que puede llegar a desprender un personaje como el de Wick
y ha decidido subir las apuestas, ofreciendo una variante reconocible pero
mucho más cercana, sin los artificios de la película de Chad Stahelski y David
Leitch y con un actor, a priori, mucho menos dado a la acción desproporcionada
e imposible como es Bob Odenkirk.
Con
el ruso Ilya Naishuller (imposible olvidar su mareante Hardcore Henry) a los mandos, la película navega entre el cine de venganzas
al estilo El justiciero y el
ciudadano de a pie de vueltas de todo como en Un día de furia. Nadie no tiene las coreografías milimétricas de John Wick ni Odenkirk encarna al padre
que todos hemos querido tener con los rasgos de Liam Neeson, ni es un exceso de
humor impostado de aroma noventero. Por el contrario, es casi una
representación brutal de la crisis de la madurez, de la caída de la sociedad
aburguesada y aburrida que entra en un ciclo repetitivo del que parece
imposible salir. El protagonista, Hutch Mansell, no busca realmente venganza,
sino que la excusa más ridícula posible (en un atraco a su propia casa roban
una pulsera infantil de su hija) basta para que algo haga clic en su mente y
salga a relucir ese odio y esa violencia reprimida que necesita exorcizar
cuanto antes.
Con
un elenco de secundarios muy interesante (por ahí andan Aleksey Serebryakov,
Connie Nielsen, Michael Ironside, RZA y, sobretodo, un divertidísimo
Christopher Lloyd), la película resulta contundente y eficaz, logrando ser un
reverso a las películas de acción más palomiteras y consiguiendo, sin romper
ningún molde en concreto, ser diferente a lo esperado, aportando un aire de
frescura al género.
Es,
pues, una muy grata sorpresa que consigue aportar algo de profundidad pero sin
renunciar, en ningún momento, a los tiros y las tortas, triunfando por ser muy
consciente, precisamente, del sentido del ridículo que estas propuestas suelen
aportar.
Valoración:
Siete sobre diez.
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