miércoles, 4 de agosto de 2021

Visto en Amazon Prime: OTRA VUELTA DE TUERCA

Otra vuelta de tuerca es una de esas películas que se situaron (para bien o para mal) en el pistoletazo de salida de la reapertura de los cines tras el confinamiento por la pandemia. Eso, irremediablemente, provocó que fuese un estreno casi invisible, y es ahora, tras su paso a Amazon, cuando puedo hablar sobre ella.

Inspirada en el relato largo (o novela corta, según el gusto de cada cual) de Henry James, resulta difícil no caer en la comparación entre la película y la magnífica serie de La maldición de Bly Manor que también tenía la obra como referente, si bien en el caso de Mike Flanagan se adaptan diversos títulos diferentes de James, siendo más un homenaje que una adaptación. La directora Floria Sigismondi se centra solo en Otra vuelta de tuerca, consiguiendo una historia más comedida, pequeña e intimista, sin la riqueza de personajes de la serie de Netflix.

En la película, todo gira alrededor de tres principales personajes, la nueva profesora y los dos niños, haciendo que el peso de toda la función recaiga en sus tres protagonistas, todas caras bien reconocibles pero que quizá no tengan la suficiente fuerza para soportar el envite. Mackenzie Davis ya había fracasado en su intento de colaborar en el relanzamiento de Terminator, Brooklynn Prince mantiene el encanto mostrado en The Florida Project pero no tiene un libreto igual de potente para poderlo lucir, y Finn Wolfhard trata, sin demasiado acierto, de desmarcarse de sus personajes en Stranger Things e It y su secuela.

Otra vuelta de tuerca funciona bastante bien como drama victoriano alrededor de la destrucción psicológica de una mujer, pero su ritmo lento y, por momentos, estancados, la hacen coquetear peligrosamente con el aburrimiento en varios momentos. No soy muy seguidor del exceso fantasmal de productos de la escuela de los Warren, pero ciertamente se echa en falta algún que otro susto más potente que nos recuerde que esto es, en el fondo, una historia de fantasmas.

Por otro lado, Sigismondi juega la carta de la doble lectura hasta unos extremos tales que el final, si bien puede ser más o menos interpretado tras una revisión profunda, no evita que quede un mal sabor de boca tras los títulos de crédito. Personalmente, soy de los que opinan que un film que te obligue a pensar es siempre algo positivo, y que no hay que poner las cosas demasiado fáciles al espectador, pero no es menos cierto que un final demasiado abierto puede acercarse demasiado a la tomadura de pelo. Que se lo digan, si no, a los detractores de Nolan.

Al final, con  lo que me quedo es con una historia que me aburre por momentos y cuya conclusión no me emocionó en absoluto, más cuando el referente cercano de Flanagan sirve, además, de spoiler de algunas situaciones, mientras que las que difieren se me antojan peor resueltas en la película. No puedo, por ello, aplaudir una película que, me temo, la mayor alegría que me ha dado es la de no haber ido a verla al cine. Eso que me he ahorrado.

 

Valoración: Tres sobre diez.

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