Decir que el año
2020 fue un año difícil y extraño no sólo no va a tener discusión por parte de
nadie, sino que resulta incluso redundante. Lo que muchos no esperaban era que
en el 2021 las cosas difieren más o menos igual.
En lo que respecta
a mi vida personal estoy en una extraña montaña rusa emocional, aunque no me
cabe la menor duda de que los elementos positivos van a superar con mucho a los
negativos. Pandemias aparte, el año pasado se definió, por un lado, por la muerte
de mi padre, cruel y traicionera. Por otro lado, la noticia de que mi pareja
estaba embarazada colmó mis expectativas de felicidad hasta límites
insospechados. Por fin iba a cumplir mi sueño de ser padre y lo iba a hacer de
la mano de la mujer a la que amo.
Y luego está mi
faceta literaria. Después de aventurarme en el mundo de la autoedición había
conseguido que una editorial se fijase en mí y Mundo Muerto tuvo una nueva vida gracias a Célebre Editorial. Y tras una exitosa presentación en la
prestigiosa librería Gigamesh (ahora que lo pienso, último acto social de mi
pobre padre), la pandemia truncó todos mis planes. Tenía mi presencia
confirmada en la feria del libro de Madrid, Valencia, presentaciones en Sant
Jordi y hasta la edición de una portada especial para el Festival de Sitges. Y
la idea de sacar a la venta un libro inédito antes de final de año.
Como digo, todo
planes que terminaron en la papelera, de lo que sólo se pudo salvar un bonito
pero insuficiente acto virtual en el día del libro.
Habiéndonos vuelto
todos expertos en analizar curvas, sufrir PCR's y saber lo que son las burbujas
sociales, encerrados el nuevo año con deseos de enmendar todo lo que quedó en
el tintero en el pasado. Y eso se debía traducir, por mi parte, en la
publicación de El hombre de trapo mataba por amor, cuya escritura había
adelantado ya en redes sociales. Pero tampoco va a ser así y quiero explicaros
los motivos:
En 2019, estando mi
padre ingresado en el hospital (ese también fue un año algo convulso para
nosotros, pero eso no viene a cuento ahora), emocionado él por lo mucho que le
había gustado mi edición «personal» de Sanguijuelas,
tomé la decisión de que quería, necesitaba incluso, rendirle un homenaje. Y
dado que por aquel entonces estaba debatiéndome sobre cuál iba a ser mi
siguiente novela (parecía que la continuación de Sanguijuelas era la opción más
obvia), decidí que escribiría esa historia que tenía navegando por mi mente
desde hacía ya años, ambientada en un pueblo de la España profunda y que en mi
imaginación había tenido siempre las calles y casas de Bañuelos, en
Guadalajara, su pueblo natal. No sería una novela sobre mi padre, pero sí
dedicada en cuerpo y alma a mi padre.
Lamentablemente, no
vivió lo suficiente para ver mi obra terminada, mucho menos publicada, así que
el homenaje debía ser póstumo. Además, en Célebre
Editorial estaban encantados con el manuscrito y todo estaba dispuesto para
su publicación de cara a Sant Jordi 2021, el año de la resurrección, pero
entonces me asaltaron las dudas. ¿El motivo? De nuevo el bicho, el maldito
bicho. Estábamos cerrando acuerdos a mediados de febrero y las expectativas
eran que se iba a poder celebrar, más o menos, la fiesta del día del libro,
pero de las restricciones no nos íbamos a librar. Ni del miedo de mucha gente a
volver a socializar con normalidad (de hecho, mientras escribo estas líneas, la
situación ha vuelto a empeorar, así que todo son dudas y más dudas). Ya me
dolió no haber podido hacer un funeral como mi padre se habría merecido. Quise
reunir a familiares y amigos en una ceremonia pasado el teatro de alarma y fue
imposible. Y parece que ahora que está a punto de cumplirse el primer
aniversario de su marcha ni siquiera voy a poderle dedicar una misa en
condiciones. Así que sólo me quedaba convertir la presentación de El hombre de trapo mataba por amor, su
libro, en un encuentro improvisado donde todos los que lo queríamos darle un
último adiós. Y ahí es donde me asaltaron esas dudas de las que os hablaba,
pues no parece muy viable hacer una presentación en condiciones en breve, y
mucho menos si, como espero, es ligeramente multitudinaria.
¿Qué solución nos
quedaba? Pasar al plan B. Tras unas conversaciones con Ricard Pérez y Jesús
Vera, manuscrito de Sanguijuelas por
medio, estos entendieron de inmediato mis temores y entre los tres decidimos
que quizá sí era mejor idea recuperar el primer volumen de la saga Guerras de Sangre. A todos nos habría
gustado poder ofrecer algo inédito, que no estuviese «quemado» (aunque en honor
a la verdad su vida en Amazon había sido más bien efímera), pero coincidíamos
en que sacar una novedad sin el todo deseado no era la mejor idea.
Esta es, pues, la
razón por la que mi nueva novela no es totalmente nueva. Espero que esto no os
eche para atrás a nadie. Los que la han leído han quedado encantados con ella y
las presiones para que termine cuanto antes su continuación me invita a pensar
que los halagos son sinceros.
Así que ya sabéis,
os invito a saciar vuestra sed de sangre de la mano de Sanguijuelas. No os decepcionará. Y por mi padre, no sufráis. Si
Dios (y el bicho) quiere, en octubre tendrá su merecida fiesta.
Nos vemos en las
librerías...
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