jueves, 11 de marzo de 2021

Visto en Amazon Prime: BORAT: PELÍCULA FILM SECUELA

En 2006 el actor Sacha Baron Cohen se hizo mundialmente famoso con la película Borat, en la que daba vida a un reportero de Kazakhstán recorriendo Estáis Unidos. Filmada como si se tratase de un documental real, hacía una terrible sátira de la sociedad americana que era retratada, sin conocimiento previo, en una colección de situaciones tan incómodas como esperpénticas.

El actor y guionista, sin embargo, siempre se ha servido atraído por los excesos (sólo ahora está demostrando su capacidad para registros dramáticos, como demuestra su participación en El juicio de los siete de Chicago), siendo la mayor prueba de su mal gusto la película Agente contrainteligente, con un tipo de humor con el que no suelo comulgar. Por eso, no fui de los que cayeron rendidos a los pies de su Borat, que entiendo que es algo aplaudible como experimento y que crea a un icono cinematográfico innegable, con tanta fuerza conceptual como nuestro Torrente, pero como película no me pareció más que un chiste de dudoso gusto.

Por ello, no esperaba absolutamente de esta secuela, que consideraba un mero ejercicio de buscar un éxito asegurado por más que el autor se detuviera poco menos que el salvador de la democracia.

Pero o bien Sacha Baron Cohen ha madurado o, simplemente, ha aprendido, pues lo cierto es que he llegado a disfrutar bastante con esta bufonada que destripa de nuevo el espíritu americano con una mala leche insólita y una corrosión que redunda en todo lo políticamente incorrecto.

Puede que la clave que diferencia la primera película con esta Borat: película film secuela sea su estructura. Mientras el film de 2006 era una sucesión de gags en una road movie justificada por la búsqueda por parte de Vida y de la ex vigilante de la playa Pamela Anderson, aquí la trama está mucho más trabajada. Con dos escenarios terribles como telón de fondo (la presidencia de Donald Trump y la pandemia provocada por el covid-19), esta secuela de Borat se atreve a ponerse seria al analizar la relación paterno filial de Borat, aprovechando para lanzar un mensaje de comportamiento femenino.

No es que Cohen no recurra a algún que otro momento de escatología de dudoso gusto (momento baile de la fertilidad, por ejemplo), pero parece mucho más comedido que en otras ocasiones, permitiendo que la incomodidad no recaiga en el espectador sino sobre los pobres incautos a los que atraía con su red, haciendo un generoso muestrario de la estupidez humana (tampoco debemos caer en la trampa de pensar que sólo los republicanos son estúpidos), poniendo de prueba, de paso, al público que debe aceptar el humor ácido pero inteligente de las situaciones aún a riesgo de poder verse reconocido en alguna de ellas.

Y eso sin mencionar el genial giro final que desvela uno de los interrogantes más repetidos de los últimos tiempos.

En resumen, que siendo tan incómoda y crítica como la anterior, ha sabido evolucionar para bien, poniendo el dedo en la llaga sin remordimientos pero sin ensuciar la sátira con el exceso de chistes de cacas y penes habituales en él. Y, de regalo, nos presenta a una actriz de mucho futuro, Maria Bakalova, con quien Cohen demuestra una gran química. Otra cosa es que merezca el Globo de Oro a la mejor comedia del año, pero puede que ahí haya un mensaje político más que artístico…

 

Valoración: Siete sobre diez.

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