Si
echamos un vistazo al cine actual y pretendemos unir dos referentes básicos
como las historias de superaciones musicales y la música podemos pensar
fácilmente en Damien Chazelle. Tras dirigir hace un par de años la historia de
un chico dispuesto a sacrificarlo todo por lograr ser batería de jazz en Whiplash, ahora triunfa con esa
encantadora pareja que aspira (ella) a triunfar en Hollywood o (él) resucitar
el jazz a través de su piano con La la land, que en una semana justa arrasará en los Oscars.
No,
Chazelle no tiene nada que ver con la película de animación francesa Ballerina, pero no son pocos los elementos
de su cine que se encuentran en esta deliciosa obra de Eric Summern y Éric
Warin, que bien podría identificarse como la La la land para niños, cambiando el jazz por el ballet.
Ambientada
en el París de 1888, Ballerina cuenta
la historia de Felicia y Víctor, dos niños huérfanos que escapan de su orfanato
con la ilusión de convertir París en el lugar donde los sueños se hacen
realidad. Ella quiere ser bailarina, él inventor, y no dudarán en alcanzar
suficientes dosis de sacrificio para conseguir sus propósitos, incluso (como en
la peli de Chazelle) renunciando a su propia identidad o incluso despreciando
la amistad (aquí lo del amor es más insinuado que otra cosa) que los une.
Con
una animación mucho más rudimentaria en lo que a detallismo con los personajes
se refiere que a la que nos tiene acostumbrados Disney/Pixar pero con un
preciosismo magistral en las localizaciones parisinas, la película es un canto
a la lucha por cumplir los sueños, una herejía sobre el precio a pagar por
alcanzar una meta y los muertos (en sentido figurado, claro) que hay que dejar
por el camino y, finalmente, una inevitable reflexión sobre la amistad y la
confianza que no por predecible deja de emocionar. Configurada como una carta
de amor al mundo del baile, Felicia personifica a la heroína moderna (sin caer
en mensajes feministas innecesarios), independiente y obcecada, capaz de equivocarse,
pero también de aprender de sus errores, consiguiendo transmitir su pasión más
allá del propio ballet y sirviendo como metáfora hacia cualquier propósito de
la vida por el que valga la pena luchar. De esta manera, cayendo en un guion sencillo y
con muchos recursos reconocibles (el mismo defecto, por cierto, que tiene la
propia La la land), el film logra ser
una estupenda cinta de animación para cualquier edad, logrando divertir y
emocionar y transmitiendo sus buenas vibraciones y optimismo al espectador.
Cabe
mencionar, como principal defecto, que ese amor por el ballet como baile no se
transmite también hacia su música, estando Ballerina
cargada de referencias pop que sin duda ayudarán a la identificación con los
más pequeños pero que en cierto modo enturbia (e incluso prostituye) el mensaje
final, pecando en este aspecto de cobarde y simplista.
Con
todo, Ballerina es una película
deliciosa cuyas carencias técnicas son suplidas por la emotividad y la representación
de un majestuoso y bello París.
Valoración:
Ocho sobre diez.
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