Es por tu bien, el nuevo invento parido y mega publicitado por Mediaset,
no será, seguro, la mejor película española del año. Pero posiblemente sí de
las más taquilleras. Y es que sin necesidad de ser una gran película sí
consigue reunir todos los elementos para gustar a todo el mundo sin distinciones.
En
la línea de Ocho apellidos vascos o Todos los hombres sois iguales, Es por tu bien es una comedia tontorrona
de carácter familiar sobre el amor, las relaciones (no solo generacionales,
sino también ideológicas) y se suma a ese concepto tan de moda hoy en día en el
mundo del humor como son “los cuñados”.
La
premisa no puede ser más sencilla. Tres hermanas, sus tres maridos y sus tres
respectivas hijas. Todo va bien: se llevan de maravilla (las mujeres, al
menos), hacen barbacoas los domingos y tienen la misma rutina que miles de
familias españolas bien avenidas. Pero de repente las tres niñas deciden tener
novios casi a la vez y la estabilidad se viene abajo, ya que ninguno de ellos
parece el yerno ideal para los sufridos padres. Al prestigioso abogado
tradicional le toca en suerte un anarquista de izquierdas, al tipo duro y
masculino un playboy argentino y al más humilde y campechano el nini de turno.
Simplista ejemplo de la fauna de este país.
Lo
que al principio parece complacencia se vuelve cada vez más cuesta arriba hasta
que los tres cuñados, improbables amigos en cualquier otra circunstancia, deben
unirse para hacer frente común al enemigo que amenaza con romper el ecosistema
familiar.
Semejante
planteamiento requiere, para su buen funcionamiento, de dos elementos
imprescindibles: buenos chistes y buenos actores, y el director Carlos Therón
consigue hacerse con ambas cosas. No es que todos los diálogos sean hilarantes
y geniales, pero donde flojea una frase aparece una situación para subsanarlo,
y viceversa: cuando la acción es una tontería hay una chispa de ingenio que
vuelve a recuperar la sonrisa del espectador.
En
el apartado interpretativo, los cuatro roles se suplen con solvencia, aunque es
en el de los padres donde se pone toda la carne en el asador. José Coronado es
el patriarca de todo el asunto, el motor que mueve la historia y el que se come
al resto del reparto sin muchos problemas. Roberto Álamo repite en el papel de
tipo duro y descontrolado y la verdad es que se le da muy bien, y Javier
Cámara, tras coquetear últimamente con el drama o la comedia más trascendental,
recupera aquí esa locura ridícula que tanta gloria le dio en la época de Siete Vidas y que tanto se le echaba de
menos.
Junto
a ellos, Pilar Castro, Carmen Ruiz y María Pujalte cumplen como las sufridas
esposas, que deben esforzarse más por soportar a sus maridos que preocuparse
por los yernos. Las hijas, Silvia Alonso, Georgina Amorós y Andrea Ros casi se
deben limitar a ser monas y lucir palmito, mientras que, por último pero no
menos importantes, los futuros yernos están representados por Miguel Bernabeau,
Luis Mottola y, sobre todo, Miki Esparbé, que al ser quien comparte la subtrama
con Coronado es también quien más oportunidad tiene de lucir. Además, por si
fuera poco, aparecen por ahí Luis Callejo y Manuel Burque, entre otros.
Simpática,
elegante e ingeniosa, tiene su punto débil en su final, demasiado acaramelado y
blando, pero se le perdona a cambio del buen rato que hace pasar. No es una
película destinada a cambiar nuestras vidas, pero sí a que nos echemos unas
buenas carcajadas, que tampoco está nada mal. Para ello, eso sí, abusa algo del
chiste localista y patrio, pero ese es un mal endémico de nuestro cine con el
que es difícil lidiar y que recuerda demasiado al de las comedias televisivas.
Valoración:
siete sobre diez.
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