No sabíamos nada del director
F. Javier Gutiérrez desde su interesante debut en 2008 con la inquietante Tres días. Por eso sorprende verlo
ahora, tras ocho años desaparecido, debutando en Hollywood con una película
franquicia como es Rings, tercera
entrega de la saga que versiona a la nipona Ringu.
Pocas expectativas provocaba
esta película donde lo único mínimamente destacable estaba en sus secundarios,
con Johnny Galecki (el divertido Leonard de The
Big Bang Theory), Alex Roe (insoportable en La quinta ola) y Vicent D’Onofrio en cabeza, aunque la italiana protagonista,
Matilda Anna Ingrid Lutz, sea una completa desconocida.
Sin Naomi Watts ya en el
reparto, la película es una vuelta de tuerca al tema de la película de VHS con
inquietantes imágenes que provoca una maldición en quien la ve, haciendo que
fallezca a los siete días.
Poco se puede exprimir ya de
esta saga, más tras haber sufrido en Sitges la fantochada que juntaba a Sadako (versión japonesa de la Samara de aquí) contra Kayako, la monstruito
correspondiente a la franquicia de La
maldición. Consciente de ello los guionistas de Rings han tratado de trenzar una historia algo más sencilla de lo
habitual, con algún interesante giro de guion pero sin retorcidos recovecos confusos
e incomprensibles. Para ello, entremezcla realidad e ilusión para poder jugar
con las imágenes (potente la escena de la lluvia cayendo hacia arriba) sin
perder la verosimilitud, a la par que juega con las nuevas tecnologías
digitalizando la maldición y creando una cadena de favores, como si de una red
social mortal se tratase, para tratar de combatirla.
No hay mucho donde rascar en Rings, pero lo poco que tiene lo ofrece
con sinceridad y si recuerda uno que no debe esperar demasiado de ella es capaz
de entretener y hacer que su visionado sea, al menos, aceptable e incluso
entretenido, con algún susto que funciona y una ambientación bien conseguida.
Valoración: Cinco sobre diez.
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