Manual de un tacaño es la última película del popular cómico francés Dany
Boon que colabora por primera vez con Fred Cavayé, director más habituado a los
thrillers pero al que no le tiembla el pulso en esta simpática pieza que tiene
sus mejores armas en su arranque, donde puede dar rienda suelta a las
exageradas excentricidades del protagonista capaz de lo impensable para ahorrar
un simple céntimo.
El
padre de François Gautier era un despilfarrador nato, así que supongo que no se
le puede culpar a él de haberse ido al extremo opuesto y llevar el concepto del
ahorro hasta las máximas consecuencias. Solo y sin amigos, Gautier no parece echar
en falta la compañía humana, feliz como es tocando el violín alumbrado por las
farolas de las calles y reduciendo su vida social al mínimo. Pero todo cambia
cuando aparece ante su puerta una adolescente que dice ser su hija,
coincidiendo con la llegada a la orquesta de una joven y atractiva violonchelista.
Si dicen que sólo una mujer puede hacer cambiar al hombre, ¿qué no conseguirán
dos juntas?
Manual
de un tacaño es una comedia alocada al servicio de su actor que funciona
correctamente, siendo divertida y hasta hilarante, pero que carga con el hándicap
de que debe conducirse hacia un desenlace tan inevitable como previsible.
Dejado de lado cualquier atisbo de sorpresa, el final reza ligeramente el sentimentalismo
barato y hace que el film baje ligeramente de nivel, pero tampoco es motivo
ello para cargarse una película que, bajo esa capa de locura irrisoria trata en
realidad de la necesidad de relacionarnos con los demás, ya sea en modo paterno
filiar o abriendo las puertas al amor.
Puede
que el personaje nunca llegue a caer del todo bien, y que el evidente cambio de
chip que antes de entrar al cine ya sabemos todos que va a tener que hacer no
sea del todo creíble, pero es el peaje que hay que pagar por usar la comedia
para un film de buenas intenciones y moralina final. Y en este caso, al menos,
Cavayé lo hace recorriendo un camino bastante divertido y con algún gag
concreto especialmente brillante.
Y,
desde luego, con mucha más elegancia y coherencia que las recientes gamberradas
americanas que van de chungas y acaban derivando en un blanqueo igual o
superior.
Risas
aseguradas y algún consejo para poder ahorrar en estos tiempos difíciles. Si es
que el tipo se las sabe todas…
Valoración:
Seis sobre diez.
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