Seguimos
con la racha de estrenos de películas dirigidas por actores, pero tras los
impecables trabajos que son (para mí) Hasta
el último hombre de Mel Gibson y Vivir
de noche de Ben Affleck el caso que nos ocupa es la excepción que rompe la
regla y Sean Penn, quien en ocasiones anteriores ha demostrado tener buena mano
tras las cámaras, patina claramente en este drama romántico y pretencioso que
es Diré tu nombre.
A
priori, tras juntar a un director ganador de un Oscar con dos protagonistas
también con sendas estatuillas, en una historia de amor apasionado y denuncia
social, uno podría preguntarse ¿Qué puede salir mal? Pues lamentablemente, casi
todo.
Diré tu nombre cuenta la historia de dos integrantes de una ONG
(médicos del mundo) que se conocen en África y se enamoran, aunque la cosa no
termina de salir del todo bien. No, no se asusten, no es ningún spoiler, este
es el principio, ya que Penn elige, no tengo muy claro con qué propósito, explicar
su historia en dos líneas temporales, anticipándonos más o menos el desenlace y
saltando aleatoriamente entre presente y pasado sin orden ni concierto.
Cierto
es que el film sirve para denunciar las atrocidades que suceden en muchos
países africanos y para mostrar el drama de los refugiados de guerra, pero uno
no puede tener la sensación de que en realidad se está buscando más el
postureo, el demostrar lo “guay” que es Sean Penn por hacer este cine
comprometido y valiente, que no el realizar en verdad un film comprometido y
valiente. Aun así, es esta parte bélica y atroz la que mejor funciona, estando
dirigida con mano más o menos firme y contando con la colaboración de dos
secundarios de lujo que tampoco es que estén muy bien aprovechados: Jean Reno y
Jared Harris.
El
problema es que por momentos es la historia de amor, el melodrama más simplista
y pasteloso, el que domina la trama, trivializando el sufrimiento de los
refugiados y prostituyendo las posibles lecturas bienintencionadas que se
pudieran pretender buscar en la película. Para ello, además, se ayuda de dos
actores que no parecen tener química alguna como pareja y que no son capaces en
ningún momento de sacar adelante un guion torpe y unos diálogos de vergüenza
ajena. Javier Bardén borda el ridículo en muchos momentos del film, mientras
que me apena mucho ver a una actriz magnífica como Charlize Theron metida en
este fregado. De ella, y perdonen si les parece este un comentario demasiado
machista, lo mejor que se puede decir es que está espectacularmente bella, como
siempre. Nada más se puede rascar de sus interpretaciones.
Penn
llevaba más de una década alejado de las cámaras y está claro que no ha elegido
ni el mejor momento ni el mejor proyecto para regresar. Con mucha generosidad
uno puede aguantar su alargado metraje como acto de restricción y quizá si a la
salida del cine alguien se anima a colaborar económicamente con alguna de estas
ONG’s ya habrá valido la pena la película, pero eso no justifica un
despropósito que busca con insistencia la lágrima fácil y el desconsuelo pero
encuentra sobretodo el ridículo y la comedia involuntaria (véase la escena del
cepillado de dientes, por ejemplo).
Una
verdadera lástima…
Valoración:
Tres sobre diez.
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