Todavía
sigo con pesadillas y algo trastornado desde que soporté vi en cines Morbius, la última pieza hasta ahora de
ese complicado (o eso consiguen ellos que sea) universo compartido que se está
gestando desde Sony. Como dicen que
es bueno enfrentarse a tus terrores, he decidido hacer un ligero repaso a lo
que algunos llaman el Sony-verso, que no deja de ser más que una manera menos
confusa de llamar a lo que en realidad es el Spider-verso sin Spider-Man.
Para
los no iniciados, empezaré por el principio. Hace muchos años ya (décadas
incluso, lo cual me recuerda lo mayor que soy), Marvel pasaba por una profunda crisis económica, que solo logró
capear a costa de vender los derechos de sus principales activos a diversas
compañías cinematográficas. Era mucho antes de que tuviesen su propia división
de cine, cuando Marvel Studios existía
solo para hacer productos de animación o figurar como coproductoras en las películas
que en realidad hacían otros. Era la época que propició bodrios como The Punisher: El Vengador (1989), Capitán América (1990), The Punisher (2004), Elektra y Man Thing (ambas de 2005) o El Motorista Fantasma (2007) de cuya
secuela he decidido olvidarme; productos de medio pelo como Blade (1998), Daredevil (2003) o Los Cuatro
Fantásticos (2005) y su secuela (2007) –Los
Cuatro Fantásticos de Corman y la conocida como Los Cuatro Tranktásticos merecen un artículo aparte- o, al fin, películas
de bastante más nivel como la saga de X-Men
iniciada en el 2000, la del Spider-Man
de Sam Raimi que nació en el 2002, el Hulk
de Ang Lee (2003) y The Amazing Spider-Man,
que vio la luz en 2012, ya con el MCU
batiendo récords y mostrando el camino a seguir.
De
todo ello, repartido en ciento y la madre de productoras, en Sony se quedaron con los derechos de
Spider-Man tras un complicado laberinto que incluye la bancarrota de la Cannon y la adaptación jamás realizada
por James Cameron.
Viendo
como en casa del vecino la cosa funcionaba más o menos bien, con el descomunal
éxito del Superman de Donner del 78 y
la batmanía que desencadenó el Batman
de Tim Burton en 1989 (aunque parece que en Warner
se querían especializar en iniciar estupendas sagas que terminarían en el
ridículo más espantoso), y que Blade
y X-Men (que estaba en preproducción
cuando se empezó a hablar de Spider-Man)
y que en los despachos amenazaban con poner de moda a los tipos en pijama (es
un decir, por aquella época se tenía bastante miedo a representar a los
superhéroes con los coloridos looks de los comics), en Sony dieron luz verde al proyecto de Sam Raimi pesado para
convertirse en trilogía.
Así
pues, sin Raimi en el carro, Tobey Maguire dijo adiós al personaje de manera
definitiva (o eso se creía en aquel momento) para dar paso a una versión más
juvenil y refrescante. Andrew Garfield sería el encargado de ponerse el traje
azulgrana mientras que la contratación de Mark Webb, un director que había
triunfado gracias a una comedia romántica, dejaba muy claras las intenciones de
Sony en cuanto al tono del film.
Como era de prever, la cosa funcionó muy bien en el aspecto personal, consiguiéndose una muy buena química entre Maguire y Emma Stone, pero cuando el primero se ponía el uniforme de faena (horrible, por cierto), la cosa se venía abajo. No fue un gran éxito, pero sí lo suficiente para que su secuela viera la luz. Y aunque esta vez el uniforme y el tono del protagonista rozaban la perfección, un mal villano y demasiada paja destinada a encaminar a convertir esto (maldita manía) en trilogía, maltrató el resultado final, consiguiendo que fuese una de las películas menos valoradas del trepamuros y condenándolo a la cancelación con muchas tramas por resolver, entre ellas la de la hipotética creación del grupo de villanos llamados Los Seis Siniestros con la idea de que tuviesen película propia.
Es buen momento para abrir un pequeño paréntesis para anotar que junto a los derechos del personaje el contrato incluía también a sus secundarios, provocando un montón de dolores de cabeza y abogados mirando con lupa para decidir a qué héroe iba ligado cada secundario. Para poner un ejemplo, Peter Parker (Spider-Man) trabajaba en el Daily Bugle junto a Ben Urich, periodista muy ligado en los comics a la historia del duende Verde. Sin embargo, en el celuloide Urich fue considerado secundario de Daredevil, apareciendo en la película protagonizada por Ben Affleck (de New Regency en asociación con la Fox) así como en la serie de Netflix. Sin embargo, en la primera trabaja para el New York Post y en la segunda para el New York Bullet, ya que el Daily Bugle sí había quedado en manos de Sony. Algo similar al conflicto surgido entre Wanda/Bruja Escarlata y Pietro/Mercurio (ambos mutantes y Vengadores) entre Fox y Marvel que, en este caso, se solucionó con un acuerdo que satisfizo a ambas productoras.
Al
fin en Sony veían la luz con su niño mimado, aunque no les gustaba eso de
compartir beneficios (y mucho menos méritos), por lo que empezaron a buscar
alternativas. Como ya he explicado, la adquisición de los derechos de
Spider-Man incluía a sus secundarios, de manera que decidieron de desarrollar
un universo propio a imagen y semejanza del MCU
o del DCEU de Warner, pero con dichos secundarios, que para eso les seguían perteneciendo.
Y así fue como llegó a los cines Venom
(2018), un anti-héroe que comenzó como villano de Spider-Man en los tebeos y
con una historia inevitablemente vinculada al mismo. Es su película, sin
embargo, no había mención alguna al alter ego de Peter Parker, por lo que la
gran pregunta era si ese nuevo universo y el del MCU eran el mismo. Había indicios de que no, como el que en Venom los neoyorquinos se sorprendieran
al descubrir que hay seres alienígenas, como si la batalla de Nueva York de Los Vengadores de Joss Whedon (2012) nunca
hubiese existido.
Venom no gustó nada a los aficionados a los comics, pero por lo visto sí al
resto del mundo, pues fue un gran éxito de taquilla. Eso propició que en Sony se envalentonasen y hubo una agria
disputa en los despachos para decidir qué iba a pasar con el futuro de
Spider-Man tras el estreno de su secuela: Lejos
de casa (2019). Durante mucho tiempo las negociaciones estuvieron rotas y
el Spidey de Tom Holland quedó oficialmente desligado del MCU, teniendo que mediar el propio actor para buscar una manera de
conseguir un entendimiento entre Amy Pascal y Kevin Feige. Al final, tras
provocar no pocos infartos entre los Marvel-zombies,
el acuerdo fructificó y Marvel, con
Feige a la cabeza, volvió a colaborar en una tercera película que cerrase la
trilogía en solitario del héroe, amén de sus apariciones en Vengadores: Infinity War (2018) y Vengadores: End Game (2019).
Mientras
las aguas volvían a su cauce, Sony se
superó a sí misma con la secuela de Venom,
titulada Habrá matanza (2021). De
nuevo una película espantosa (peor incluso que la primera) y de nuevo éxito en
taquilla. En Sony lo tenían claro:
tenían su propio filón de oro. Pero seguía sin estar claro si estaba unido al MCU o no. La escena postcréditos parecía
dejar una pista cuando el Venom de Tom Hardy desaparece del lugar en el que se
encuentra para aparecer en un hotel de aspecto caribeño y ver en un informativo
una referencia directa al final de Spider-man: Lejos de casa.
Y
llegó el evento del año. ¡Qué digo del año…! ¡Del siglo! Tras una pandemia que
había dinamitado los cimientos del cine, tras dos años de salas vacías y películas
rogando a Netflix que se hiciera con
sus derechos, tras tres películas haciendo presagiar que el MCU empezaba a mostrar signo de
debilidad… Llegó Spider-Man: No way home (2021), la película que lo cambió todo.
2.-
Que Holland se queda definitivamente en el MCU, desligándose del supuesto Sony-verso y con las semillas plantadas
por si algún día quieren hacerle su propio Venom.
Y,
para bien o para mal, todo parecía más o menos claro. Pero resulta que la
maquinaria de Sony no paraba y ya
tenían a punto de caramelo su siguiente película con un secundario del
lanzarredes. En este caso, era el turno de Morbius
(2022) y su tráiler avanzaba cosas interesantes y a la vez confusas, como que
pertenece al mismo universo que algún Spider-Man, que también comparte el
espacio-tiempo con Venom y que iba a interactuar con el Buitre que Michael
Keaton interpretó en Spider-Man:
Homecoming. ¿Confundidos? El resto del mundillo friki también.
¿Qué
sucede, entonces, con el Buitre? Eso queda explicado en las escenas
postcréditos de Morbius, unas escenas
absurdas y torpemente representadas pero que cumplen su cometido de poner los
puntos sobre las íes (hasta que a alguien de Sony se le ocurra un nuevo cambio de rumbo). Adrian Toomes, el
Buitre, en los tráileres estaba en prisión y tenía una conversación con Morbius
animándole a aceptar su don, dejando patente que comparten espacio. En la
versión que ha llegado en cines, todo esto se ha eliminado para mostrarnos a
Toomes en la cárcel del MCU (es
decir, donde fue a parar tras los hechos acontecidos en Homecoming) para ser transportado (la razón ni se dice ni merece
que la esperemos) por uno de los portales multiversales que abre Dr. Strange en
Far from home para ir a parar al
universo de Venom y Morbius, propiciando un encuentro con este último (tampoco
es que nos den ninguna explicación de cómo tiene el traje volador del Buitre en
este universo, ¿para qué la coherencia?) que da pie a conjeturar que el
proyecto de una película de Los Seis Siniestros sigue en pie.
En
fin, que no sé si este resumen ha servido para aclarar un poco el panorama
superheróico de Sony o para complicarlo aún más, pero por lo menos yo me he
quedado a gusto. Lo que es innegable es que aquellos que se empeñan en despreciar
lo conseguido por Marvel con el MCU y se niegan a ver sus méritos, que
se den una vuelta por el DCEU y su
jaleo de líneas temporales, el despropósito que termino siendo el Universo X de
Fox o lo que le está sucediendo a Sony. Eso pasa cuando no hay un plan a
seguir ni alguien con la cabeza bien amueblada encargado de poner la casa en
orden (y no miro a Lucasfilm por no
irme por las ramas). Personalmente, creo que la única esperanza de arreglar el
desaguisado de Sony es que realmente se traigan a Garfield de vuelta (también
se ha especulado con un Spider-Man 4
que Raimi estaría encantado de hacer, pero veo a Maguire un poco lejos del
personaje) y que el Sony-Verso sea,
como siempre debió ser, el Spider-verso.
Y mientras, el Spidey de Holland a hacer sus cositas con sus colegas
vengadores. Podría ser algo confuso tener a dos Spider-Men diferentes a la vez,
pero si nos hemos comido a dos Batman y tres Jokers (sin contar con los
productos televisivos), tampoco es que nos vayamos a rasgar las vestiduras
porque entre Marvel y Sony jueguen a lo mismo, ¿no?
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