viernes, 22 de abril de 2022

Reflexiones: DESCIFRANDO EL SONY-VERSO

Todavía sigo con pesadillas y algo trastornado desde que soporté vi en cines Morbius, la última pieza hasta ahora de ese complicado (o eso consiguen ellos que sea) universo compartido que se está gestando desde Sony. Como dicen que es bueno enfrentarse a tus terrores, he decidido hacer un ligero repaso a lo que algunos llaman el Sony-verso, que no deja de ser más que una manera menos confusa de llamar a lo que en realidad es el Spider-verso sin Spider-Man.

Para los no iniciados, empezaré por el principio. Hace muchos años ya (décadas incluso, lo cual me recuerda lo mayor que soy), Marvel pasaba por una profunda crisis económica, que solo logró capear a costa de vender los derechos de sus principales activos a diversas compañías cinematográficas. Era mucho antes de que tuviesen su propia división de cine, cuando Marvel Studios existía solo para hacer productos de animación o figurar como coproductoras en las películas que en realidad hacían otros. Era la época que propició bodrios como The Punisher: El Vengador (1989), Capitán América (1990), The Punisher (2004), Elektra y Man Thing  (ambas de 2005) o El Motorista Fantasma (2007) de cuya secuela he decidido olvidarme; productos de medio pelo como Blade (1998), Daredevil (2003) o Los Cuatro Fantásticos (2005) y su secuela (2007) –Los Cuatro Fantásticos de Corman y la conocida como Los Cuatro Tranktásticos merecen un artículo aparte- o, al fin, películas de bastante más nivel como la saga de X-Men iniciada en el 2000, la del Spider-Man de Sam Raimi que nació en el 2002, el Hulk de Ang Lee (2003) y The Amazing Spider-Man, que vio la luz en 2012, ya con el MCU batiendo récords y mostrando el camino a seguir.

De todo ello, repartido en ciento y la madre de productoras, en Sony se quedaron con los derechos de Spider-Man tras un complicado laberinto que incluye la bancarrota de la Cannon y la adaptación jamás realizada por James Cameron.

Viendo como en casa del vecino la cosa funcionaba más o menos bien, con el descomunal éxito del Superman de Donner del 78 y la batmanía que desencadenó el Batman de Tim Burton en 1989 (aunque parece que en Warner se querían especializar en iniciar estupendas sagas que terminarían en el ridículo más espantoso), y que Blade y X-Men (que estaba en preproducción cuando se empezó a hablar de Spider-Man) y que en los despachos amenazaban con poner de moda a los tipos en pijama (es un decir, por aquella época se tenía bastante miedo a representar a los superhéroes con los coloridos looks de los comics), en Sony dieron luz verde al proyecto de Sam Raimi pesado para convertirse en trilogía.

Spider-Man, Spider-Man 2 (considerada una de las mejores películas de superhéroes por muchos aficionados) y Spider-Man 3 funcionaron de maravilla, sobre todo la tercera, que demostró que debía haber arácnido para rato aunque la crítica no fue muy compasiva con ella. Ciertamente, hubo muchos problemas en ese rodaje, principalmente debido a las discrepancias entre el director y la productora, que quiso influir demasiado en el argumento, lo que propició que el proyecto de Spider-Man 4 cayera en saco roto. Por un lado, porque Raimi no conseguía la libertad creativa que ansiaba. Por otro, porque mientras se trabajaba en el proyecto ya se estaban en negociaciones con otro actor y otro director para hacer un reboot de la saga.

Así pues, sin Raimi en el carro, Tobey Maguire dijo adiós al personaje de manera definitiva (o eso se creía en aquel momento) para dar paso a una versión más juvenil y refrescante. Andrew Garfield sería el encargado de ponerse el traje azulgrana mientras que la contratación de Mark Webb, un director que había triunfado gracias a una comedia romántica, dejaba muy claras las intenciones de Sony en cuanto al tono del film.

Como era de prever, la cosa funcionó muy bien en el aspecto personal, consiguiéndose una muy buena química entre Maguire y Emma Stone, pero cuando el primero se ponía el uniforme de faena (horrible, por cierto), la cosa se venía abajo. No fue un gran éxito, pero sí lo suficiente para que su secuela viera la luz. Y aunque esta vez el uniforme y el tono del protagonista rozaban la perfección, un mal villano y demasiada paja destinada a encaminar  a convertir esto (maldita manía) en trilogía, maltrató el resultado final, consiguiendo que fuese una de las películas menos valoradas del trepamuros y condenándolo a la cancelación con muchas tramas por resolver, entre ellas la de la hipotética creación del grupo de villanos llamados Los Seis Siniestros con la idea de que tuviesen película propia.

Es buen momento para abrir un pequeño paréntesis para anotar que junto a los derechos del personaje el contrato incluía también a sus secundarios, provocando un montón de dolores de cabeza y abogados mirando con lupa para decidir a qué héroe iba ligado cada secundario. Para poner un ejemplo, Peter Parker (Spider-Man) trabajaba en el Daily Bugle junto a Ben Urich, periodista muy ligado en los comics a la historia del duende Verde. Sin embargo, en el celuloide Urich fue considerado secundario de Daredevil, apareciendo en la película protagonizada por Ben Affleck (de New Regency en asociación con la Fox) así como en la serie de Netflix. Sin embargo, en la primera trabaja para el New York Post y en la segunda para el New York Bullet, ya que el Daily Bugle sí había quedado en manos de Sony. Algo similar al conflicto surgido entre Wanda/Bruja Escarlata y Pietro/Mercurio (ambos mutantes y Vengadores) entre Fox y Marvel que, en este caso, se solucionó con un acuerdo que satisfizo a ambas productoras.

Sigamos. El caso es que en Sony sabían que tenían a la gallina de los huevos de oro en su poder, pero no tenían ni idea de cómo utilizarlo. Veían ojipláticos como en Marvel, con personajes en aquel momento considerados de segunda fila como Iron man, Capitán América o Thor, estaban creando un gran imperio.

La gran diferencia entre ambos tenía un nombre: Kevin Feige. El gran gurú de Marvel Studios había estado metido en casi todas las producciones basadas en comics Marvel de otras productoras, pero no fue hasta que naciera el MCU que le dieran plena libertad para hacer lo que quisiera, demostrando que incluso en Hollywood conviene a veces confiar en el que más sabe, y no solo en los que mejor analizan los datos y las calculadoras. Amy Pascal, su igual en Sony, quería su perspicacia y en Marvel querían a Spider-Man, así que lo imposible se hizo realidad y llegaron al acuerdo de compartir al personaje. Y así fue como un nuevo Spider-Man, interpretado por Tom Holland, llegó a desembarcar en el MCU para hacer una breve pero aplaudida intervención en El Capitán América: Civil War antes de tener su propia película en solitario, Spider-Man: Homecoming (2017), de Jon Watts, que sería producida por Sony pero con el desarrollo artístico en manos de Marvel.

Al fin en Sony veían la luz con su niño mimado, aunque no les gustaba eso de compartir beneficios (y mucho menos méritos), por lo que empezaron a buscar alternativas. Como ya he explicado, la adquisición de los derechos de Spider-Man incluía a sus secundarios, de manera que decidieron de desarrollar un universo propio a imagen y semejanza del MCU o del DCEU de Warner, pero con dichos secundarios, que para eso les seguían perteneciendo. Y así fue como llegó a los cines Venom (2018), un anti-héroe que comenzó como villano de Spider-Man en los tebeos y con una historia inevitablemente vinculada al mismo. Es su película, sin embargo, no había mención alguna al alter ego de Peter Parker, por lo que la gran pregunta era si ese nuevo universo y el del MCU eran el mismo. Había indicios de que no, como el que en Venom los neoyorquinos se sorprendieran al descubrir que hay seres alienígenas, como si la batalla de Nueva York de Los Vengadores de Joss Whedon (2012) nunca hubiese existido.

Venom no gustó nada a los aficionados a los comics, pero por lo visto sí al resto del mundo, pues fue un gran éxito de taquilla. Eso propició que en Sony se envalentonasen y hubo una agria disputa en los despachos para decidir qué iba a pasar con el futuro de Spider-Man tras el estreno de su secuela: Lejos de casa (2019). Durante mucho tiempo las negociaciones estuvieron rotas y el Spidey de Tom Holland quedó oficialmente desligado del MCU, teniendo que mediar el propio actor para buscar una manera de conseguir un entendimiento entre Amy Pascal y Kevin Feige. Al final, tras provocar no pocos infartos entre los Marvel-zombies, el acuerdo fructificó y Marvel, con Feige a la cabeza, volvió a colaborar en una tercera película que cerrase la trilogía en solitario del héroe, amén de sus apariciones en Vengadores: Infinity War (2018) y Vengadores: End Game (2019).

Mientras las aguas volvían a su cauce, Sony se superó a sí misma con la secuela de Venom, titulada Habrá matanza (2021). De nuevo una película espantosa (peor incluso que la primera) y de nuevo éxito en taquilla. En Sony lo tenían claro: tenían su propio filón de oro. Pero seguía sin estar claro si estaba unido al MCU o no. La escena postcréditos parecía dejar una pista cuando el Venom de Tom Hardy desaparece del lugar en el que se encuentra para aparecer en un hotel de aspecto caribeño y ver en un informativo una referencia directa al final de Spider-man: Lejos de casa.

Y llegó el evento del año. ¡Qué digo del año…! ¡Del siglo! Tras una pandemia que había dinamitado los cimientos del cine, tras dos años de salas vacías y películas rogando a Netflix que se hiciera con sus derechos, tras tres películas haciendo presagiar que el MCU empezaba a mostrar signo de debilidad… Llegó Spider-Man: No way home (2021), la película que lo cambió todo.

Si hablamos de Universos propios, en la tercera aventura del Spider-Man de Holland se liaron la manta a la cabeza y, con la torpe ayuda del Doctor Strange, lo pusieron todo patas arriba. Un truco de ilusionismo (por arte de birlibirloque, vamos) abrió portales entre varios universos, trayendo al MCU elementos extraños, tales como villanos (y posteriormente a los propios héroes) de las sagas de Raimi y Webb. Ver juntos a Holland, Maguire y Garfield era mucho más que un sueño hecho realidad y la película cumplió con las expectativas y mucho más. Si el guion arreglaba muchos de los defectos de las películas anteriores y se convertía en una gran fiesta de celebración de veinte años del Hombre Araña cinematográfico, la taquilla se volvió loca, elevando la película hasta el sexto puesto de la película más taquillera de la historia, algo imposible de imaginar hace apenas unos años por cualquier directivo de la Sony, Pascal incluida. Todo era alegría y felicidad, con una unión de villanos portentosa y muy efectiva pero… ¡un momento! A todo esto, ¿dónde está Venom? Pues había que esperar hasta la escena postcréditos para descubrir que el bueno de Tom Hardy se había pasado toda la película medio borracho en el bar del hotel al que fue a parar al final de Venom: Habrá matanza escuchando de boca del camarero la invasión de Thanos y los fatídicos efectos del chasquido cuando, de repente, es transportado de nuevo a su propio universo, dejando, eso sí, un pequeño resto de simbionte sobre la barra. Más allá de la gracia del chiste o de la decepción de algunos fans, esto significaba claramente dos cosas:

1.- Que Venom no pertenece al mismo universo que el MCU y que, por lo tanto, no va a verse nunca las caras con el Spider-Man de Holland a no ser que vuelvan a recurrir al truco de los saltos entre Universos. Y…

2.- Que Holland se queda definitivamente en el MCU, desligándose del supuesto Sony-verso y con las semillas plantadas por si algún día quieren hacerle su propio Venom.

Y, para bien o para mal, todo parecía más o menos claro. Pero resulta que la maquinaria de Sony no paraba y ya tenían a punto de caramelo su siguiente película con un secundario del lanzarredes. En este caso, era el turno de Morbius (2022) y su tráiler avanzaba cosas interesantes y a la vez confusas, como que pertenece al mismo universo que algún Spider-Man, que también comparte el espacio-tiempo con Venom y que iba a interactuar con el Buitre que Michael Keaton interpretó en Spider-Man: Homecoming. ¿Confundidos? El resto del mundillo friki también.

Vayamos por partes, como diría Jack, el Destripador. Por un lado, la película. De nuevo un bodrio. Un despropósito cuya taquilla ha sido razonablemente más coherente que con Venom. De entrada, unos números increíbles que hacían presagiar un nuevo triunfo para Sony, pero la caída de la recaudación en el segundo fin de semana fue de órdago. El boca a oreja la ha puesto a caer de un burro y los datos finales no van a ser nada halagüeños. Y eso con Kraven, el Cazador ya en la línea de salida y proyectos bastante avanzados como Madame Web. Veremos en que termina esto. Por otro lado, las explicaciones. Nadie ha dicho nada demasiado concreto, pero por lo poco que se le ha podido sacar al director y las diferencias entre el tráiler y el metraje final podemos sacar unas cuantas conclusiones.

De entrada, que la esperanza de muchos fans de que el universo de Venom y Morbius fuese el mismo que el de algunos de los Spider-Men anteriores de momento no es más que eso, la esperanza de los fans. Se había hablado de que Andrew Garfield iba a aparecer en Morbius, aunque solo fuese un cameo, rumor acrecentado por los reshoots de última hora del film, pero al final nada de nada. Y la escena del tráiler en la que se veía un grafiti de un Spider-Man que recordaba mucho al de Maguire, eliminada de la versión de cines. Dice el director que él en realidad no la llegó a filmar, y que fue un injerto gestado desde la propia dirección de Fox, lo que nos da pistas de lo que ha pasado: Hasta la llegada de No way home, el Sony-verso sí aspiraba a ser el mismo del MCU. De ahí la vinculación con Spider-Man y la aparición del Buitre de Keaton. Tras la realización de la tercera película del Spidey de Marvel, las cosas han cambiado, cada uno va por su rumbo y borrón y cuenta nueva. Esto  no significa que aún nos puedan contar que ya hay un Spider-man en el universo de Venom y Morbius (el de Maguire, el de Garfield o uno nuevo), pero de ser así tendremos que esperar a alguna película futura que nos lo confirme.

¿Qué sucede, entonces, con el Buitre? Eso queda explicado en las escenas postcréditos de Morbius, unas escenas absurdas y torpemente representadas pero que cumplen su cometido de poner los puntos sobre las íes (hasta que a alguien de Sony se le ocurra un nuevo cambio de rumbo). Adrian Toomes, el Buitre, en los tráileres estaba en prisión y tenía una conversación con Morbius animándole a aceptar su don, dejando patente que comparten espacio. En la versión que ha llegado en cines, todo esto se ha eliminado para mostrarnos a Toomes en la cárcel del MCU (es decir, donde fue a parar tras los hechos acontecidos en Homecoming) para ser transportado (la razón ni se dice ni merece que la esperemos) por uno de los portales multiversales que abre Dr. Strange en Far from home para ir a parar al universo de Venom y Morbius, propiciando un encuentro con este último (tampoco es que nos den ninguna explicación de cómo tiene el traje volador del Buitre en este universo, ¿para qué la coherencia?) que da pie a conjeturar que el proyecto de una película de Los Seis Siniestros sigue en pie.

Hasta aquí, los hechos. Ahora solo quedan las conjeturas. Insisto una vez más en que el Spider-Man de Holland sigue perteneciendo a Sony, pero ya no se podrá cruzar en el camino de Venom o Morbius (o cualquiera otra de las peliculillas que estén por llegar) a no ser que nos repitan la jugada del multiverso (que en Sony son capaces de todo). Ahora parece que lo primordial es crear al grupo de Los Seis Siniestros, que no tienen por qué coincidir con los miembros presentados en los comics. Así, podríamos tener al Buitre, Mobius y Venom haciendo equipo (la coherencia de esto también está fuera de toda lógica, pero bueno), pero siguen faltando tres miembros más (supongo que uno de ellos sería Kraven, el Cazador), aparte de necesitar a alguien contra quien enfrentarse. Como descarto el regreso de Willem Dafoe y Alfred Molina, cuyos arcos como Duende Verde y Dr. Octopus quedaron muy bien cerrados en Far from home, y el público ha enloquecido viendo a Garfield retomando el traje del arácnido, la solución más fácil sería la de hacer realidad un Amazing Spider-Man 3 e incorporar aquella saga al Sony-verso. Así, tendríamos ya al Spider-Man de Sony y tanto el Lagarto como Electro podrían unirse al grupo de villanos, algo que, de hecho, ya pretendía hacer el Duende Verde interpretado por Dane DeHaan en la malograda saga de Webb.

En fin, que no sé si este resumen ha servido para aclarar un poco el panorama superheróico de Sony o para complicarlo aún más, pero por lo menos yo me he quedado a gusto. Lo que es innegable es que aquellos que se empeñan en despreciar lo conseguido por Marvel con el MCU y se niegan a ver sus méritos, que se den una vuelta por el DCEU y su jaleo de líneas temporales, el despropósito que termino siendo el Universo X de Fox o lo que le está sucediendo a Sony. Eso pasa cuando no hay un plan a seguir ni alguien con la cabeza bien amueblada encargado de poner la casa en orden (y no miro a Lucasfilm por no irme por las ramas). Personalmente, creo que la única esperanza de arreglar el desaguisado de Sony es que realmente se traigan a Garfield de vuelta (también se ha especulado con un Spider-Man 4 que Raimi estaría encantado de hacer, pero veo a Maguire un poco lejos del personaje) y que el Sony-Verso sea, como siempre debió ser, el Spider-verso. Y mientras, el Spidey de Holland a hacer sus cositas con sus colegas vengadores. Podría ser algo confuso tener a dos Spider-Men diferentes a la vez, pero si nos hemos comido a dos Batman y tres Jokers (sin contar con los productos televisivos), tampoco es que nos vayamos a rasgar las vestiduras porque entre Marvel y Sony jueguen a lo mismo, ¿no?

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