Dirigida
por el alemán Florian Gallenberger, Colonia es una de esas películas que está recibiendo palos allá por donde pasa,
acusándola sobre todo de trivializar un episodio real convirtiéndolo en un
pasatiempo al estilo Hollywood (la película es alemana, aunque con reparto internacional).
Me
permito discrepar sobre ello. Bien es cierto que Colonia no es una magnífica película y que hay muchas deficiencias
en su puesta en escena, pero creo que la película consigue ser un tributo y una
denuncia a la vez sobre lo que pasó durante el régimen chileno de Pinochet y
solo por sacar a la luz una historia no demasiado conocida ya debe otorgarse su
mérito.
Lo
que sucede es que Gallenberger ha hecho justo lo contrario que sus colegas Garth
Davis y Jeff Nichols en Lion y Loving respectivamente, es decir, en
lugar de plasmar una historia real se inspira en ella para contar una invención
sin faltar por ello a la verdad.
Veamos:
Colonia cuenta la historia ficticia
de Lena, una azafata enamorada de un fotógrafo alemán al que conoce en Chile y
que es detenido el mismo día del golpe de estado de Pinochet por ser
simpatizante de Allende. Cuando Lena averigua que su amado Daniel ha sido
llevado a una especie de campamento religioso sectario llamado Colonia Dignidad
decide entrar voluntariamente para tratar de liberarlo.
La
historia nos habla, no obstante, de que esa Colonia Dignidad existió realmente,
dirigida con mano de hierro por Paul Schäfer. Inspirada en los campos de
trabajo nazis, la fachada cara a la galería era la de un grupo de hombre y
mujeres felices que cantaban y cocinaban bajo la palabra de Dios, ignorando el
público las torturas que se cometían en su interior y que la película refleja
con precisión.
Acepto
de buen grado, pues, que la historia de Daniel y Lena no sea fidedigna, aunque
pueda asemejarse mucho a la de Wolfgang Muller, Heinz Kuhn u otros presos que
también trataron de escapar y denunciar lo que en realidad era Colonia
Dignidad.
Protagonizada
con esmero por Emma Watson y Daniel Brühl, y con un Michael Nyqvist quizá algo
sobreactuado en su papel de Schäfer, la película peca de caer por momentos en
el convencionalismo de un thriller carcelario del montón, cuando los planes de
fuga destacan más que los horrores de la realidad, pero eso favorece, al menos,
a que la película resulte emocionante y emotiva, por más que su credibilidad se
desvanezca en los momentos en que la acción se desarrolla fuera de la colonia.
Esta
vez, por lo desconocido que puede ser el oscuro mandato de Pinochet para muchos,
si es cierto esa máxima a la que me refería en otra entrada de que “esta es una
historia que necesita ser contada”, y no creo que adornarla con dosis de acción
y romance deban perjudicar la denuncia que, por cierto, han aplaudido y alabado
los supervivientes de la misma.
Valoración:
Seis sobre diez.
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