Aunque
estamos en una sociedad que, desde hace tiempo, y más con la irrupción de las
redes sociales, acostumbra a seguir las modas y los caprichos de unos cuantos,
últimamente este fenómeno se está acrecentando con casos tan ridículos como el
de La la land, la película a la que
todo el mundo alababa antes de haber visto y que tras su triunfo en taquilla y
nominaciones ahora resulta que es tendencia decir que es una mierda y negarse
rotundamente a verla.
Algo
parecido sucede con Ben Affleck. Tras unos inicios arrolladores (Oscar como
guionista incluido) se puso de moda el atizarle en todas sus interpretaciones
(en algunas de las cuales lo cierto es que él mismo lo ponía bastante fácil)
para luego encumbrarlo como director. Y ahora que ha recuperado las mieles del
éxito interpretativo con su Batman (aún recuerdo los chistes y suicidios en
masa cuando se anunció su fichaje) y la ilusión que despertó que se fuese a
hacer cargo de dirigir la película en solitario del murciélago, ahora parece
que es tendencia apalear el resto de sus trabajos como director. Es más, tras
el Oscar que ganó su última película, la estupenda Argo, parece como si Vivir de noche ni siquiera hubiese interesado a nadie.
Pues
permítanme decir, señoras y señores, que estamos ante una magnífica película.
Puede que incluso una de las mejores (si no la mejor) de su director. Quizá es
que el tema no apasione tanto como el entramado político de Argo o la corrupción de The Town, pero no me cabe la menor duda
de que el manejo de la cámara y los brillantes diálogos que esconden Vivir de
noche merecen encumbrar este título por encima del resto y situarlo como la
mejor propuesta que hay en cartelera en estos momentos.
Vivir de noche es una historia sobre la América de la Gran
Depresión, un relato de rivalidades mafiosas y de un hombre, un solitario, que
se ve atrapado en ese juego sin pretenderlo y se traslada hasta Tampa, Florida,
donde se hará cargo del negocio del ron en asociación con los cubanos. Sin
embargo, pese a su gran violencia (con escenas de intensa crudeza) y sus muchas
muertes, no es esta una historia de gansters, sino un relato de venganza, de
pasión y traición y de segundas oportunidades. Joe Coughlin, el tipo al que da
vida el propio Affleck, no es un mal tipo, simplemente alguien que no es capaz
de huir de un pasado de violencia y al que la muerte rodea sin concesión, que
debe hacer cosas sucias a su pesar para poder salir adelante y que ni siquiera
se le permite refugiarse en el amor para tratar de evadirse de la realidad.
Puede
que la historia avance un poco a trompicones, como si estuviese dividida en
capítulos que Affleck no quiere entremezclar demasiados (no sé si por culpa de
la novela de Dennis Lehane en la que se basa o por decisión propia), pero no es
algo que moleste particularmente, ya que lo que se cuenta siempre resulta
relevante y hace avanzar a la historia siempre en línea recta.
En
el diseño de producción el nivel es impecable, con una recreación ambiental de
sobresaliente que recrean esa América cruel y racial con elegancia y todo lujo
de detalle, volviendo a lucirse Affleck con su manejo de la cámara y
componiendo secuencias fabulosas, planos perfectos y encuadres magistrales,
todo ello con un ritmo que sabe alternan momentos de diversión cruel con
grandes dosis de drama y que tiene en los diálogos escritos por el propio director
otro punto de admiración.
Finalmente,
en el lujoso reparto, puede que sea Affleck el más encorsetado, lo cual tampoco
logra estropear la película. A su alrededor, un elenco magnífico de actores
como Chris Cooper, Brendan Gleeson, Zoe
Saldana, Elle Fanning o Sienna Miller que terminan de dar lustro al film.
En
resumen, una pequeña obra maestra que me ha hecho disfrutar desde el primer minuto
hasta el final y me invitan a incluir definitivamente a Affleck en mi lista de
los mejores directores actuales, al lado de nombres ilustres como Gibson,
Fisher, Scott, Spielberg y compañía.
Valoración:
Nueve sobre diez.
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