Tontaco
juego de palabras el de De-mentes
criminales que define en sí a la propia película, una gracieta del montón
en la que un puñado de amiguetes de la comedia americana se junta para hacer lo
de siempre (chistes tontorrones de pedos y vómitos) disfrazándola de peli de
atracos. Lo curioso del caso es que en esta ocasión estamos ante una historia
real, y es aquí donde, una vez más, la realidad supera a la ficción y consiguen
llamar nuestra atención.
De-mentes criminales trata sobre un puñado de perdedores que logran robar diecisiete
millones de dólares (está considerado como el segundo mayor atraco en la historia
de los Estados Unidos) con un desgraciado conductor de furgones brindados como
mano ejecutora y posterior cabeza de turco.
La
historia, tan desquiciante que solo puede ser real, recuerda en su tono a otros
biopics de tono cómico como la insulsa Juego
de armas o, sobre todo, Sudor y
dinero. No está De-mentes criminales
a la altura de aquella epopeya igualmente increíble sobretodo porque Jared
Hess, el director de esta, no es ni de lejos Michael Bay, pero está claro que
es el espejo en que pretende mirarse.
La
duda aquí está en saber qué parte de la historia es real y cuál está
simplemente ficcionada. En Sudor y dinero
Bay se esforzaba en recalcar en todo momento lo fiel que estaba siendo a los
hechos auténticos, pero da la sensación de que Hess ha abusado demasiado de su
propia imaginación para disfrazar la historia hasta convertirla en una comedia
zafia más sin demasiada personalidad, aunque escarbando un poco, y poniéndole
mucha voluntad, algo de crítica social y burla hacia el consumismo con esa sátira
hacia los vulgarmente llamados “nuevos ricos” hay también.
Posiblemente
la mejor arma de la película está en su reparto: Zach Galifianakis (que regresa
a los registros que nos tenía acostumbrado tras la trilogía de Resacón en Las Vegas y que le funciona
mucho mejor que en Las apariencias
engañan) es el amo del cotarro, pero andan también por ahí Owen Wilson y
Jason Sudeikis, mientras que en el apartado femenino vuelven a coincidir tres
de las últimas cuatro Cazafantasmas:
Kristen Wiig, Kate McKinnon y Leslie Jones.
Desde
luego, no se saca todo el partido posible de este gran elenco de cómicos. Y las
situaciones son demasiado surreales a veces como para darlas por ciertas, pero
hay que reconocer que la película no aburre en ningún momento y se consigue cierta
empatía con su protagonista, haciendo creíble que al final todo se resuma en
una bonita historia de amor. No alcanza el nivel de desternillante, pero tiene
varios momentos inspirados que la convierten en una propuesta bastante
divertida y un ejemplo más de como el anhelado sueño americano se puede
perseguir desde la estupidez más absoluta.
Valoración:
Seis sobre diez.
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