martes, 10 de enero de 2017

DE-MENTES CRIMINALES, divertida aunque poco ambiciosa.

Tontaco juego de palabras el de De-mentes criminales que define en sí a la propia película, una gracieta del montón en la que un puñado de amiguetes de la comedia americana se junta para hacer lo de siempre (chistes tontorrones de pedos y vómitos) disfrazándola de peli de atracos. Lo curioso del caso es que en esta ocasión estamos ante una historia real, y es aquí donde, una vez más, la realidad supera a la ficción y consiguen llamar nuestra atención.
De-mentes criminales trata sobre un puñado de perdedores que logran robar diecisiete millones de dólares (está considerado como el segundo mayor atraco en la historia de los Estados Unidos) con un desgraciado conductor de furgones brindados como mano ejecutora y posterior cabeza de turco.
La historia, tan desquiciante que solo puede ser real, recuerda en su tono a otros biopics de tono cómico como la insulsa Juego de armas o, sobre todo, Sudor y dinero. No está De-mentes criminales a la altura de aquella epopeya igualmente increíble sobretodo porque Jared Hess, el director de esta, no es ni de lejos Michael Bay, pero está claro que es el espejo en que pretende mirarse.
La duda aquí está en saber qué parte de la historia es real y cuál está simplemente ficcionada. En Sudor y dinero Bay se esforzaba en recalcar en todo momento lo fiel que estaba siendo a los hechos auténticos, pero da la sensación de que Hess ha abusado demasiado de su propia imaginación para disfrazar la historia hasta convertirla en una comedia zafia más sin demasiada personalidad, aunque escarbando un poco, y poniéndole mucha voluntad, algo de crítica social y burla hacia el consumismo con esa sátira hacia los vulgarmente llamados “nuevos ricos” hay también.
Posiblemente la mejor arma de la película está en su reparto: Zach Galifianakis (que regresa a los registros que nos tenía acostumbrado tras la trilogía de Resacón en Las Vegas y que le funciona mucho mejor que en Las apariencias engañan) es el amo del cotarro, pero andan también por ahí Owen Wilson y Jason Sudeikis, mientras que en el apartado femenino vuelven a coincidir tres de las últimas cuatro Cazafantasmas: Kristen Wiig, Kate McKinnon y Leslie Jones.
Desde luego, no se saca todo el partido posible de este gran elenco de cómicos. Y las situaciones son demasiado surreales a veces como para darlas por ciertas, pero hay que reconocer que la película no aburre en ningún momento y se consigue cierta empatía con su protagonista, haciendo creíble que al final todo se resuma en una bonita historia de amor. No alcanza el nivel de desternillante, pero tiene varios momentos inspirados que la convierten en una propuesta bastante divertida y un ejemplo más de como el anhelado sueño americano se puede perseguir desde la estupidez más absoluta.

Valoración: Seis sobre diez.

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