Aunque
al final haya quedado en casi nada y se haya tenido que conformar con una sola
nominación (para Ruth Negga), Lovinges una de esas películas que se apunta a la estela de los Oscars y que apuntaba
alto de cara a conseguir premios o, al menos nominaciones.
No
me gusta caer constantemente en las comparativas, pero lo cierto es que el caso
de Loving se me antoja bastante
similar al de Lion (en este caso han
sido seis nominaciones, aunque poco rascará). Y no porque sus argumentos se
parezcan ni traten siquiera de la misma temática, pero ambas son historias
dramáticas basadas en historias reales sobre hechos puntuales sorprendentes
pero carecen de un guion suficientemente potente como para elevarlas a los
altares, dejándolo casi todo en manos de sus intérpretes.
Quizá
el problema sea el inspirarse en historias reales y querer ser fieles a ellas.
No negaré que la historia de un niño que se pierde en la india y tras ser
adoptado, muchos años después, regresa a su hogar gracias a sus escasos
recuerdos del mismo, o la de una pareja interracial condenada por una sociedad
arcaica y desfasada que logran que su amor supere todos los obstáculos hasta
lograr promover un cambio en las leyes no sean poderosas y de gran interés,
pero quizá no lo suficiente como para ser traspasadas a la gran pantalla sin
más armas que su sorprendente verosimilitud.
Un
ejemplo claro de lo que digo es la imposibilidad de hacer un spoiler de esta
película. Loving cuenta como un
hombre blanco y una mujer negra se enamoran y se casan residiendo en un estado
donde el matrimonio interracial es ilegal, por lo que deben abandonar el
condado para no ir a la cárcel. Y ya se sabe, porque así se ha promocionado la
película, que su historia fue la que sirvió para cambiar la constitución y
evitar esa injusticia tan atroz como absurda, de maneras que ya tenemos el
principio y el final de la historia. Por en medio, el camino entre A y B, un
camino más o menos lineal y simple en el que no abundan las sorpresas y se roza
demasiado a menudo con la simple cotidianeidad de sus vidas sencillas y
placenteras.
Menos
mal que Jeff Nichols es un buen director y sabe dotar a la película de buenos y
elegantes planos, además de confiar en las soberbias interpretaciones de Joel
Edgerton y Ruth Negga, ya que eso es más que nada lo que sostiene a la película
y la hacen interesante.
Estamos
ante uno de esos casos en los que se suele utilizar la recurrente frase de: “es
una historia que merecía ser contada”, y puede que sea cierto, pero en
ocasiones una buena historia no es suficiente como para rellenar una película
completa. O la historia realmente no da más de sí o el guionista no ha sabido
acertar con los claroscuros necesarios para unos personajes demasiado planos y
que no dan apenas juego para trabajar con ellos.
Así
pues, interesante y efectiva, pero poco más. Y esto es poco decir para una
película que aspiraba a colarse entre los grandes premios.
Valoración:
Seis sobre diez.
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