Al
fin se ha estrenado en España La la land: Ciudad de estrellas, la indiscutible ganadora de los recientes Globos de
Oro y máxima favorita (aunque no empiecen a apostarlo todo todavía) para los
Oscars de este año.
Dirigida
por Damien Chazelle, que ya triunfó con la (para mí) sobrevalorada Whiplash, La la land: Ciudad de estrellas es un
canto de amor al género musical y al Hollywood dorado (por más que esté
ambientada en el actual), ya que utilizando como excusa una historia de amor
para nada destacable ni novedosa (se repite el esquema de aspirante a artista
que va a Hollywood a perseguir su sueño, esta vez por partida doble) hace un
recorrido por diversos estilos musicales, referencias cinéfilas y desnuda las
luces y las sobras de la fábrica de los sueños.
Es,
posiblemente, su guion el eslabón más débil de la película, haciendo que en algún
momento se alargue en exceso y tenga un último tercio con un nivel bastante más
bajo que el resto de la película, aunque se redime en un final bastante redondo
y me logró sorprenderme, lo cual no es poco hoy en día.
La
película sigue las andanzas de una chica que aspira a ser actriz y un pianista
que se niega a aceptar la muerte del jazz clásico. Se conocen, se enamoran y
comparten sus sueños hasta que estos terminan por enfrentarlos. Una historia bastante
clásica como, por otro lado, no podía ser menos.
Posiblemente
el secreto de la película no sea que se trate de una obra maestra (para mí está
muy lejos de serlo) sino que contenga un mensaje tan optimista y lo haga
mediante unas canciones pegadizas que saben transportarnos mediante la
nostalgia a esa meca del cine con la que todos los aficionados, de una manera u
otra, hemos soñado alguna vez. En ese sentido, salvando las distancias sonoras
evidentes, me recuerda en gran medida a The
Artist, de Michel Hazanavicius, a mi parecer algo superior a esta por la
dificultad añadida de la ausencia de diálogos.
Es,
por tanto, el trabajo de Chazelle y, sobretodo, de sus intérpretes, lo que
hacen que la película sea todo lo grande que parece ser. Chazelle mueve la
cámara con un virtuosismo que ya se le intuía en Whiplash, y solo el tema
musical que abre la película, en un imposible plano secuencia, sirve como verdadera
declaración de intenciones. Y luego hay que hablar de Emma Stone y Ryan Gosling
que están sencillamente maravillosos. Actúan, cantan, bailan y se enamoran con
una facilidad pasmosa, haciendo que me pregunte si no es mucho más meritorio lo
que ellos (que no son bailarines de verdad) son capaces de hacer aquí que lo
que hicieran en su época tipos como Fred Astaire, Ginger Rogers o Gene Kelly (y
perdonen por la blasfemia). Ellos son los que convierten la película en esa
joya del 2016 y los que provocan que uno salga de la sala del cine silbando las
primeras notas del tema City of stars
que da nombre a la versión española del título y con el corazón más feliz.
Pero
no todo es perfecto en el film. Chazelle es
un enamorado del jazz y eso se nota demasiado. En ocasiones, he llegado a echar
en falta más canciones (esto es un musical, recuerden) y me han sobrado algunos
temas de piano. Y es que, contradiciendo al personaje de Gosling, no todo el mundo
tiene porqué amar el jazz.
Y
estos pequeños detalles (música, guion, ritmo) que hicieron que en algún
momento se me hiciera un poco pesada hacen que me plantee si estamos de verdad
ante la mejor película del año. A falta de un puñado de estrenos fuertes (Manchester frente al mar, Lion, Loving, Fences, etc.) me
atrevería a apostar que el trabajo como director de Chazelle bien merece todos
los premios, y lo mismo puedo decir de Gosling y Stone, pero si analizamos la
película en su conjunto, no me parece que La
la land: ciudad de estrellas sea mejor que La llegada, por ejemplo, ni mucho menos que Hasta el último hombre. Aunque me temo que ninguna de las dos va a
entrar en las quinielas finales.
Valoración:
Ocho sobre diez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario