martes, 31 de enero de 2017

Reflexiones catódicas: LOS ZOMBIES INVADEN LA TELEVISIÓN (y algunos incluso molan de verdad)

Debo haceros una confesión: me gustan los zombies. Y ahora debo haceros otra: no sé por qué.
Hay miles de películas de zombies y la mayoría de ellas no valen un pimiento. Los zombies son ideales para producciones de vergüenza ajena para los que la Serie B les queda grande y tras esa incomprensible moda de hace unos años se han atrevido a ser también protagonistas de libros, videojuegos e incluso comics.
¿Qué es lo que ocurre? Pues simplemente que los zombies molan. Son lentos y torpes, de acuerdo. Y fáciles de matar. Pero abruman en número y la facilidad de ser contagiado y pasarte al otro lado es tan grande que eso los hace imparables. Y esto hace que den un juego enorme, tanto para el terror como para la comedia.
Los zombies han invadido todas las plataformas culturales posibles y, como no podía ser menos, han llegado también a la televisión.
No obstante, en la pequeña pantalla tienen un problema. Y es que el éxito de una serie como The Walking Dead ha sido tan abrumador que parece que no haya más muertos vivientes fuera de esa franquicia. O que sean una mera copia, al menos. Y eso, aparte de ser falso, me supone un problema: y es que cada día soporto menos The Walking Dead.
Creada con brillantez por Frank Darabont a partir de los comics de Robert Kirkman, la primera temporada de la serie fue sensacional y tuvo un éxito espectacular, pero tras la finalización de la misma y la patada (nunca del todo aclarada) a Darabont como showrunner (favor que te hicieron, amigo), la cosa fue en claro declive, por más que a la audiencia le haya costado darse cuenta.
En la segunda temporada el bajón de calidad fue tan brutal (recortes en el presupuesto, adujeron) que muchos se bajaron del carro, pero en la tercera se vendió la moto de que las aguas habían vuelto a su cauce y muchos se lo creyeron. Y las audiencias siguen siendo de record. Aunque, por suerte para los espectadores con un poco de sentido común, en esta última temporada la cosa ha vuelto a flojear y ya le empiezan a ver las orejas al lobo.
Y es que yo puedo entender que me vendan que The Walking Dead es una serie de personajes (¿no es eso lo que decían de Lost y la gente se la cargó por su final?) y que va más de la crueldad del hombre que de los zombies. Vale, lo compro. El problema radica en cuanto esos personajes no evolucionan, están mal construidos o son, simplemente, anodinos. Por no hablar de la mediocridad interpretativa, sobretodo en las más recientes adquisiciones. No sé cuántas temporadas llevamos ya viendo el viaje interior de Rick en una dirección y otra, cambiando de parecer aleatoriamente y pasando de ser un santurrón victimista a un tío chungo que no duda en cargarse a quien se le ponga por delante para defender a sus amigos. Y de ahí, otra vez a ser un llorica mojigato. 
Y para su último cambio le han puesto por delante a uno de los villanos de opereta más patosos que he visto nunca, ese Negan que da más risa que las pretensiones de ser actor del tal Jeffrey Dean Morgan (en Watchmen se encuentra su mejor trabajo hasta la fecha), que se presenta en el primer capítulo de esta séptima temporada como “el puto amo” cargándose a dos de los protagonistas (que para lo que importan: uno era insoportable y al otro ya lo habíamos visto morir y resucitar en el tramo final de la temporada anterior, con lo que no tiene mucho sentido volver a soltar ni una lagrimita por él) y desde entonces se dedica a poner pose de malote y perdonar la vida a todo el mundo. De opereta, ya digo.
Y mientras, ninguneando a algunos personajes de esos que antes molaban, como Daryl; presentando cosas aparentemente molonas, como el tipo que se cree un rey acompañado de un tigre, para pasarse un porrón de capítulos sin volverlo a ver; o colándote episodios enteros con secundarios de medio pelo insulsos y superfluos. Todos errores que cualquiera que haya hecho un curso de guionista por correspondencia habría sabido evitar. Y al final, en un mundo donde los zombies han aniquilado al noventa por ciento de la población, nadie es capaz de recordar la última vez que fueron causantes de la muerte de algún personaje. Vale que la serie no pretenda ir sobre ellos, pero si están ahí que hagan algo de vez en cuando, ¿no? O a lo mejor resulta que lo de llamarse The  Walking Dead (los muertos que caminan) era un chiste.
Por si no hubiera suficiente, en la ABC encima nos han colado un spin off volviéndonos a contar lo mismo pero con otros tipos menos interesantes aún. Por lo visto, esta Fear the Walking Dead no interesa demasiado, pero ya hay segunda temporada. ¿Apostamos algo a que cuando las audiencias sean suficientemente bajas entremezclarán a los personajes de ambas series y así obligará a los fans de una a ver la otra?
En fin, que como ya he dicho, los zombies molan, por más que en The Walking Dead prefieran hacer una serie de tipos estúpidos haciendo cosas estúpidas y peleándose por estupideces, así que he decidido iniciar esta nueva sección dedicada a la televisión hablándoos de los zombies que han pasado por la pequeña pantalla.
Por mucho que alguien pueda pensar, The Walking Dead no ha inventado nada, y ya se habían visto muertos vivientes catódicos con anterioridad. El ejemplo más ilustrativo es la miniserie británica Dead Set (muerte en directo), que planteaba de forma genial un apocalipsis zombie durante la emisión de Gran Hermano. Es cierto que a medida que avanzaba la trama se iba volviendo demasiado convencional, pero aun así merece la pena echarle un vistazo a sus cinco episodios de una temporada única con final cerrado.
No estuvo para nada cerrada Death Valley, una marcianada de la MTV que con el formato del falso documental mezclaba zombies, vampiros y hombres lobo en una misma localidad. Era desenfadada y divertida, pero se canceló tras la primera temporada dejando demasiados interrogantes.
Como ya se sabe, a los franceses les gustan las mismas cosas que al resto del mundo, pero ellos lo hacen todo más sobrio. En la tele se inventaron The Revenants, que aunque no fuesen zombies en el sentido más convencional de la palabra, planteaba la hipótesis de que los muertos volviesen a la vida y se presentasen en sus casas como si nada hubiese sucedido.
Los americanos, como suele suceder, copiaron el concepto en Resurrection, aunque le dieron una vuelta de tuerca para parecer más de ciencia ficción y evitar las comparaciones odiosas. Y si hablamos de volver a la vida en la británica In the flesh son zombies “curados” los que sufren la desconfianza de la sociedad, que los repudian como si de enfermos contagiosos se tratasen (sí, es una metáfora sobre el SIDA nada sutil).
Volviendo a los zombies más peligrosos (aunque estos tampoco son muy convencionales), en la serie Helix teníamos a unos cuantos encerrados en una laboratorio en pleno ártico, algo así como en La Cosa de John Carpenter pero con intrigas empresariales de por medio. La primera temporada estaba francamente bien, pero yo mismo la abandoné tras saber que la habían cancelado tras una segunda temporada sin un final cerrado.
Pero he dicho que los zombies molan, así que vamos a centrarnos en dos series donde ocurre precisamente eso, que los zombies molan mucho.
Por un lado tenemos Izombie, otra adaptación de un comic en el que la epidemia zombie es, afortunadamente, algo local. El tema es que mientras los zombies coman cerebros humanos pueden mantener el control de sus actos. Por eso, la protagonista, una brillante médico, solicita el traslado como forense a la morgue después de ser mordida e infectada. Además, con cada cerebro ingerido adquiere conocimientos en forma de visiones del difunto, lo que le va genial para formar equipo con un agente de policía y resolver casos de homicidio. Naturalmente, estamos ante una serie con tono desenfadado y ligero, con sus tramas románticas y un cierto aroma al Buffy de Joss Whedon, pero que tras arrancar casi como un simple procedimental va cogiendo velocidad y complicando las cosas hasta que el final de su segunda temporada ha sido realmente genial. Ya aviso que pese a sus bajas pretensiones, los tres últimos episodios de esta temporada valen más que casi todo The Walking Dead.
La otra serie molona es el reverso tenebroso y macarra de la adaptación de Kirkman. Z-Nation explica más o menos lo mismo que TWD pero con el detalle de que hay un tipo mordido por los zombies que ha sobrevivido sin transformarse y hay que llevarlo a Washington para tratar de hacer una cura con él (sí, yo también he jugado al Last of Us). El caso es que la serie sigue sin complejos los pasos de TWD pero a lo burro, y mientras en aquella se tiraban media temporada para llegar a un refugio donde los supervivientes eras caníbales aquí eso se lo ventilan en un solo episodio. ¿He comentado ya que es una serie original del canal Syfy? Imaginad lo que eso significa: tornados que hacen volar a los zombies, zombies radioactivos, un frankizombie… Una locura absoluta con unos maquillajes del tres al cuarto pero que gracias a ser autoconsciente de lo que es consigue ser un buen divertimento. Eso sí, dirigida a frikis que saben lo que les espera. Un dato: en la segunda temporada aparece el propio George R. Martin.
Quizá no sean zombies propiamente dicho, pero ya que estamos con productos intencionadamente casposos valer la pena mencionar a Ash vs Evil Dead, la serie que continua la saga de Sam Raimi, respetando el aroma ochentero y cutre de las películas. Aquí también hay muertos que vuelven a la vida, pero se trata más bien de posesiones demoníacas que de las criaturas redefinidas por Romero.
Cierro este repaso tan putrefacto mirando al futuro. Este mismo viernes llegará a Netflix Santa Clarita Diet, otra historia de zombies en clave de comedia familiar que cuenta con Drew Barrimore como estrella principal a la que seguro que, por lo menos, daré una oportunidad.
Y aunque no sea una serie propiamente dicha, vale la pena recordar el ya clásico capítulo de Masters of Horror que dirigió Joe Dante: Hommecoming. En él, un presidente republicano (¿alguien ha dicho Bush?) se presenta a la reelección sin preocuparle los muchos soldados americanos fallecidos a los que él mismo envió a Irán. Lo que no se esperaba es que los soldados salgan de sus tumbas y regresen a casa para vengarse de él, pero no devorándolo, como cabría esperar, sino ejerciendo su derecho al voto. Alucinante…
Me dejo en el tintero la “Otra” gran serie de esta generación, Juego de Tronos, de la que seguro hablaré en meses posteriores. El caso es que cuando empecé a verla no llegué a engancharme de inmediato, y lo que más me movía a verla, por más que mis amigos me dijeran que en el fondo era una serie de intrigas políticas, era la esperanza de que al final todo se resumiera en zombies luchando contra dragones. Ahora, a un suspiro de llegar al final de la serie, todo va encaminado en esa dirección. Así que, tras ver el episodio ocho de la quinta temporada, ¿podemos colar a Juego de Tronos también como una serie de zombies?
Bueno, como veréis, incluso en la pantalla pequeña, donde generalmente hay menos dinero y más recortes a la hora de decidir lo que se puede mostrar, los zombies también molan. Pese a que los de The Walking Dead no lo hagan.
¡Ah, no! Se me olvidaba. Es que The Walking Dead no es una serie de zombies. O eso dicen ellos…

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