Hace un tiempo, Joe Hill era casi un desconocido, hasta que Alexander Aja se fijó en una de sus novelas para adaptarla en la película Horns. A partir de ahí su nombre empezaría a sonar con más fuerza, aunque al descubrirse que se trataba de uno de los hijos de Stephen King podría eclipsar su propio talento.
Ha sido como guionista de comics como Hill más ha destacado, principalmente con su obra Locke & Key, junto al dibujante chileno Gabriel Rodríguez, con la que ha despuntado realmente, y ahora que Netflix ha conseguido al fin adaptarla en formato serie sin duda su carrera va a ser ya imparable.
Locke & Key es una de esas obras por la que me sentí atraído debido a los elegantes tomos en los que fue recopilada aquí en España. Sin embargo, como me sucede con muchas otras cosas, la falta de tiempo suele devorarme, y tras disfrutar mucho con el primero de los dos tomos recopilatorios (más tarde aparecería un tomo más reducidos con historias adicionales fuera de la saga propiamente dicha), cuando pude hacerme con el segundo este quedó olvidado en la pila de “lecturas pendientes” hasta que el confinamiento (y la motivación adicional de la serie televisiva) me dieron la ocasión perfecta para devorarlo.
Locke & Key cuenta la historia de una familia que, tras la muerte del padre, regresan a un lujoso caserón familiar donde el fallecido pasó su infancia. Allí, los tres hermanos irán encontrando progresivamente una serie de llaves con unas cualidades mágicas que abrirán puertas a mundos desconocidos, cualidades asombrosas o demostraciones inmensas de poder. Pero toda buena historia necesita a un villano, y cuando el eco del más pequeño se encarna en una seductora figura femenina que emerge del pozo que hay en la finca, las cosas se empiezan a poner muy feas.
La obra cuenta con un imaginario asombroso, algo excesivo e algún momento. Es cierto que roza los límites de la verosimilitud en varias ocasiones (pero no importa, esa es la magia del comic) y que la violencia y el sexo (no mostrado, pero sí narrado) la distancian de ser una obra infantil. Hill se escuda en esas llaves mágicas para componer un buen retrato de personajes, profundizando en sus traumas y remordimientos, mientras que Rodríguez elabora un dibujo meticuloso, siendo capaz de impactantes cambios de estilo en episodios concretos en los que se permiten hacer referencias directas u homenajes a otros autores.
La serie, con un final cerrado, consigue ser dinámica y adictiva, saltando del humor más tierno (gracias sobre todo al hermano más pequeño y al vecino retrasado) al horror más cruel y despiadado.
Seis arcos argumentales con treinta y siete episodios en total que Panini ha distribuido en nuestro país en dos gruesos volúmenes con jugosos extras a los que más tarde se añadirían tres pequeñas historias en las que ampliaría la mitología del mundo de los Locke y sus llaves mágicas.
Una lectura, en fin, muy recomendable y a la que conviene regresar de vez en cuando.
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