Steve Soderbergh siempre ha sido un realizador al que le gusta navegar entre el cine comprometido y con mensaje (Erin Brockovich, Efectos secundarios) y el puro divertimento (la saga de Ocean’s Eleven), pero en The Laundromat: Dinero sucio parece querer aunar ambos conceptos de una forma un poco extraña.
Se podría pensar que ya lo intentó con Contagio, aquella parábola sobre un virus que se propagaba por todo el planeta que ha resultado ser terriblemente profética, pero aquella tenía un claro tono dramático. Sin embargo, su nueva propuesta auspiciada por Netflix es más bien una bufonada, una comedia que no parece tomarse muy en serio a sí misma y que, pese a su excelente reparto, uno no sabe muy bien como enfrentarse a la misma.
Partiendo de la historia de una mujer mayor que tras perder a su marido en una excursión turística se enfrenta al sistema al ver que una serie de recovecos legales (pero no del todo) le van a escatimar el dinero de la indemnización (empresas pantallas, los llaman), la película trata de explicarnos lo que fueron los «Papeles de Panamá» y el escándalo que provocó el descubrimiento por parte de una persona anónima autodenominada John Doe.
Para ello, y con la intención de entretener más que instruir (según palabras del propio director), la película recurre a los trucos que ya empleara Adam McKay en La gran apuesta (y que Jay Roach se trajo a su terreno en El escándalo), usando a unos narradores que rompen en todo momento la cuarta pared para explicar al público complicados términos empresariales entre historietas más o menos independientes que sirven, sobre todo, para disfrutar de ese reparto tan variado.
No es una película carente de interés, y consigue explicar los entresijos de la complicada trama de una manera accesible e instructiva, pero esa sensación de que en el fondo todo es una broma privada (ese doble papel de Meryl Streep, el acento ruso de Gary Oldman) impide una mayor conexión con ella. Al final, ni es tan crítica como pretende (pese al alegato metalingüístico de la última escena de Meryl Streep) ni tan divertida como nos quieren hacer creer.
Y resulta curioso, además, que una película que pretende criticar las empresas fantasmas que son una excusa para evadir impuestos, señalando con el dedo directamente al mayor paraíso fiscal que existe que no es otro que Estados Unidos, haya sido producida y distribuida por Netflix, cuyo debate sobre los impuestos que debería pagar o no fuera de los USA no tiene fin.
En fin, película entretenida, algo absurda, con Antonio Banderas completando el trío protagonista y un montón de interesantes cameos que, al menos, se esfuerza por hacer comprensible algo que, desde el punto de vista ético y judicial, parece bastante incomprensible.
Valoración: Seis sobre diez.
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