Pocas
veces un producto audiovisual he provocado tanto ruido y levantado tantas
ampollas como el “Ciutat Morta” de Xapo
Ortega y Xavier Artigas. Tanto ha sido el impacto social que ha provocado que
creo valía la pena hacer una breve mención en el blog, por más que los
documentales (y menos cuando su relevancia ha venido dada por la emisión en
televisión, no en cines) no sean habituales por aquí.
Como
desconozco el impacto que (de momento) ha tenido el asunto fuera de Cataluña voy
a hacer un breve resumen de los hechos denunciados en el mismo.
El
cuatro de febrero de 2006 se celebra una fiesta ilegal en una antigua sala de
fiestas abandonada en Barcelona. Ante las denuncias por ruidos y otras
molestias es necesaria la intervención policial, que es respondida por algunos
vecinos con el arrojo de diversos objetos desde lo alto de sus balcones. La
fatalidad quiso que una maceta impactara contra la cabeza de un guardia urbano
que iba sin casco. Quedó en estado tetrapléjico.
El
asunto terminó con varios detenidos, entre los que se encontraban tres chicos
de ascendencia latina que, según la versión del documental (y que se da por
buena ya que nadie del lado de las autoridades ha querido poner voz a su
versión) fueron salvajemente torturados en comisaría, terminando en el Hospital
del Mar de Badalona antes de su definitiva encarcelación pese a que ellos
aseguraban no saber nada del policía herido.
Como
si de un guion dirigido por David Fincher se tratase, la tragedia se empeña en
acentuar su presencia cuando una pareja de amigos tienen una caída en bicicleta
en otro lugar de la ciudad y terminan siendo atendidos en el mismo hospital.
Ella, Patricia Heras, cumplía con una estética “dark” (que no tiene nada que
ver con ser okupa pero a muchos les da lo mismo) y al verla unos de los
policías le requiere el móvil antes de detenerla. Más casualidades macabras: la
chica solía acudir a un bar llamado “El bate”. El último mensaje que había
escrito en su móvil era una propuesta para quedar con unos amigos que decía,
jocosamente: “¿quedamos esta noche para batear?”. Las evidencias son claras: la
“okupa” de pintas raras iba armada con un bate a la fiesta a aporrear policías.
No hay duda alguna y parece una pérdida de tiempo molestarse en comprobar la
versión (si es que se molestó alguien en escucharla) de la bicicleta. Resultado:
dos chicos más “pádentro”.
Pese
a que el suceso apareció en los medios de comunicación no tuvo apenas
relevancia, un charquito más en medio de la marea de noticias de los
informativos, y nada volvió a saber el pueblo de Patricia y el resto de detenidos.
Nada hasta que Ortega y Artigas consiguieron autofinanciar Ciutat Morta, descubriéndonos que los detenidos pasaron entre dos y
tres años de prisión, que nada se supo de una maceta porque “alguien” ordeno
una salida especial de los vehículos de limpieza de BCNeta al lugar de los
hechos, destruyendo las pruebas, que la juez del caso parecía sentenciar antes
de escuchar las versiones, que si el caso hubiese terminado sin unos “culpables
claros” la responsabilidad debería caer en el Ayuntamiento, dueña del local
abandonado, que ahora quedan por pagar indemnizaciones millonarias y, sobre
todo, que Patricia –que se nos muestra como una poeta urbana de gran sensibilidad
(oscura, eso sí)- terminó suicidándose.
Toda
una red de conjuras y ocultación de pruebas, de trapos sucios escondidos de
mala manera por las autoridades debajo de la alfombra y un fenómeno que –gracias
principalmente a Internet- ha corrido como la pólvora.
Puede
que sea un caso aislado pero no lo parece. Y ahora todos los ciudadanos
clamamos en favor de la justicia de un caso de debe ser reabierto y
esclarecido. Por la trasparencia política, por el fin de los abusos policiales,
por la justicia hacia los chicos condenados, por el derecho a la familia del
policía agredido a saber la verdad y, sobre todo, por Patricia. Y aunque
tampoco es justo juzgar a los “presuntos responsables” tal y como ellos
juzgaron a unos chicos por su aspecto u origen, lo cierto es que siempre se ha
dicho que quien calla otorga. Y el silencio de las autoridades durante todo
este tiempo es, cuanto menos sospechoso.
Ciudad
muerta corresponde a uno de los textos que Patricia escribió en su poético
diario, pero también es una canción de Loquillo en la que, crítico siempre con
la ciudad condal, dice:
“En esta
ciudad comprendes la verdad cuando ya estás muerto,
en esta
ciudad de grito y decepción, de pena y de miedo,
en esta
ciudad la aventura es huir y la acción un sueño,
en esta ciudad asciende el impostor y se derrumba el bueno (…)
en esta ciudad asciende el impostor y se derrumba el bueno (…)
en esta
ciudad, en esta ciudad muerta”.
Terrible
premonición.
Finalizo
aplaudiendo el sueño de los autores por descubrir una realidad oculta y callada
por las administraciones, demostrando que a veces la voluntad puede más que las
trabas económicas y la falta de apoyo de las televisiones, celebrando que la
conciencia social se sepa activar de vez en cuando y confirmando que, en ocasiones,
la era de Internet si es una era de comunicación, ya que el éxito de Ciutat Morta es también el éxito de
twitter y semejantes.
El
documental traerá consecuencias, desde luego, Aquí, todo el mundo habló de ello
y su emisión en el canal secundario de Cataluña batió records de audiencia.
Ahora, todo el mundo sabe que sucedió el 4F, ahora ya nadie podrá callar las
voces de protesta.
Aunque
los que deben hablar sigan sin hacerlo.
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