Dirigida
por David Ayer, un muy buen director y guionista más centrado hasta ahora en el
género policíaco (y que en el 2014 nos regaló la estupenda pero enormemente
infravalorada Sabotage), Fury (no me gusta nada su título en
español, demasiado épico y que pretende recordar a la también interesante Corazones de hierro de Brian De Palma y
con la que solo comparte el escenario bélico, aunque ni siguiera se trata de la
misma guerra) es la historia de un tanque y de los cinco tripulantes del mismo
en las acaballas de la II Guerra Mundial.
Corazones de acero es una película dura, cruel y despiadada que (excepto
en su tramo final, que posiblemente desluce un pelín el espíritu del film) rehúye
drásticamente la figura de los héroes de guerra y nos presenta el campo de
batalla como lo que posiblemente fue, un lugar sucio y sanguinario donde solo
valía el matar o morir.
Aunque
supuestamente protagonizada por un excelente Brad Pitt (bueno, hay que
reconocer que los cinco intérpretes están muy bien), es Logan Lerman quien
lleva el peso de la historia, en realidad una metáfora sobre el despertar de un
adolescente que en las apenas veinticuatro horas en las que transcurre la
película pasa de niño a hombre, iniciándose en todas las facetas cruciales de
la vida y con el personaje de Pitt como mentor máximo.
Ahora
que parece que la guerra de Vietnam ha caído ya en el olvido y que la II Guerra
Mundial vuelve a ser el foco de atención de Hollywood (ahí tenemos las
recientes Monument Men o Invencible), algo en esta película
destila cierto aire clásico, quizá por la rudeza de sus protagonistas, la
suciedad realista de una guerra despiadada donde no hay héroes ni villanos y
donde los propios protagonistas pueden ser tan mezquinos y despreciables como
el enemigo más cruel. La muerte se ha convertido en un amigo de camaradería, y
eso termina marcando el carácter de un hombre hasta hacerle confundirse sobre
sus propios valores.
Brad
Pitt, Michael Peña, Jon Bernthal y un sorprendente y entregado Shia LaBeouf forman
el grupito de amigos y compañeros a bordo del Fury, a los que se les une a
última hora para cubrir la baja del artificiero el joven interpretado por
Lerman (dicen que él que podría ser el nuevo Peter Parker/Spiderman), apenas un
niño con aptitudes de oficinista llevado al campo de batalla por error.
Pese
a no partir de ninguna historia real (aunque sí cuenta con diversas anécdotas
reales que Ayer recopiló a través de diversas entrevistas con veteranos de
guerra), el realismo de la campaña es notable, quizá ayudado por el hecho de no
haber una némesis clara enfrentada al grupo (pongo por ejemplo el sargento
japonés de Invencible), sino un ejército
casi abstracto e invisible que me recuerda por momentos a la estupenda
miniserie de Spielberg Hermanos de Sangre.
El enemigo es el ejército nazi, así, en general (pese a que nos encontramos en
una fecha en la que la guerra podría incluso haber terminado ya sin que los
combatientes lo supieran), aunque también lo son ellos mismos, soldados
transformados por las experiencias sufridas en las campañas de África, Francia
y, ahora, Alemania. Por eso, por encima de las magníficas escenas de acción
(impresionante duelo entre tres tanques americanos y uno alemán), los intensos
momentos dramáticos y la desesperación palpable en esa dramática batalla final
que la dirección de Ayer y la música de Steven Price confieren un toque épico
del que carece la realidad, son los momentos más sosegados (en el pueblo rendido
o en el interior del propio tanque –“el hogar”, tal y como ,o define el
personaje de Pitt-) los que realmente definen la película y nos muestra el lado
más salvaje de la guerra (da igual cual sea) por encima de las obviedades de
las batallas o las torturas de los campos de prisioneros. Y de ahì la oportuna
y creíble transformación de Lerman, en su intenso rito de iniciación vital.
Pitt
produce una película que parece más real y despiadada que la contrapartida que
se estrenó hace un par de semanas dirigida por su esposa, Angelina Jolie, que
vistas juntas pueden componer las dos caras de una misma moneda: la lucha en el
campo de batalla y la lucha por la supervivencia en los campos de prisioneros,
el enemigo alemán y el enemigo japonés (desde el punto de vista americano la II
Guerra Mundial tuvo una especie de bipolaridad que no se notó tanto en Europa,
donde la amenaza nipona parecía mucho más relativa que la nazi), el sacrificio y la supervivencia.
Excelente
película y excelente reflexión la que propone Ayer. Y con un quinteto
protagonista (por más que a priori Peña y, sobretodo, Bernthal, no fuesen
santos de mi devoción), de auténtico lujo.
Nos podrias decir el nombre del tanque que se te a olvidado poner en la critica y que creo que es importante. Gracias
ResponderEliminarLa amenaza nipona no era percibida en Europa... Le preguntamos a los Ingleses?
ResponderEliminarAl decir que Fury es la historia de un tanque y mostrar la caratula con el nombre Fury escrito en el cañón del tanque pensé que quedaba claro, aunque lo cierto es que en la película no se nombra en ningún momento al tanque por su nombre, por lo que carece de importancia.
ResponderEliminarRespecto a lo de los japoneses, por descontado que fueron fundamentales en la guerra, igual que los rusos. A lo que me refiero es que en las películas sobre la II Guerra Mundial centradas en Europa el ejército alemán acostumbra a ser el enemigo a batir, mientras que los ataques japoneses eran sobretodo en la zona del Pacífico.