La
noche americana es una técnica cinematográfica que consiste en emplear una
serie de filtros de color para poder rodar una escena a plena luz del día y
que, sin embargo, parezca que transcurre de noche. Es así como se filma la
escena más importante de la película ficticia Je Vous Présente Paméla, y es por ello que da título a la película
de François Truffaut donde describe el accidentado rodaje de la misma.
Posiblemente
estaréis pensando que cómo es posible que alguien que lleva la palabra cinéfilo
en su nombre no hubiese visto hasta ahora este clásico del cine francés ganador
de multitud de premios entre los que se incluye el Oscar a la mejor película de
habla no inglesa de 1973. ¡Pero si es un Truffaut!, me gritaréis. Pues así son
las cosas, nunca tuve la oportunidad de verla (en parte porque me cuesta mucho
ver cine fuera de las salas de cine y con dos añitos mis padres no tuvieron a
bien llevarme a ver el estreno) y la he recuperado para inaugurar
esta nueva sección dentro de El Panda
Cinéfilo que consiste, como ya había anunciado, en comentar alguna película
que ha sido recomendada por alguno de mis lectores y que, por el motivo que
fuese, yo no había llegado a ver en su momento. En este caso, la recomendación
viene de parte de mi buen amigo Ismael y tiene el privilegio de inaugurar la
sección ya que fue precisamente él el primero en apuntarse como seguidor del
blog.
La
noche americana cuenta, pues, la vicisitudes del rodaje de una ambiciosa
película francesa, un drama romántico ambientado en Niza pero en la que
participan actores afincados en Hollywood y con capital británico de por medio.
Esto le confiere casi un aspecto de producción internacional con los
consecuentes problemas que ello acarrea: tensiones con el seguro, ajustes de
presupuesto, prisas en el rodaje. Para el joven director del film, un Ferrand
interpretado por el propio Truffaut, es una oportunidad de oro para lanzar su
carrera, pero también supone una gran presión, obsesionado como está por los
grandes clásicos del cine y temeroso de no estar a su altura.
El
rodaje de la película, que trata sobre una joven que, en plena crisis de su
matrimonio, decide fugarse con el padre de su esposo, está plagado de mil y un
problemas, la mayoría relacionados con los actores: tenemos una actriz veterana
con problemas con el alcohol, un joven actor impetuosamente movido por sus
sentimientos (y que es abandonado por su novia en mitad del rodaje), la actriz
joven, emocionalmente inestable, algún embarazo no anunciado…
Todos
estos conflictos reales se van intercalando con las circunstancias del guion
del rodaje, consiguiendo así Truffant un impecable ejercicio narrativo en el
que se muestran las interioridades del mundo del cine, destripando parte de la
magia de los rodajes y mostrándonos la cara más real y menos glamurosa del
mundo del cine.
Posiblemente
vista a día de hoy no resulte tan sorprendente como en su momento,
acostumbrados como estamos ya a ver películas que tratan de “cine dentro del
cine”, con títulos como El juego de
Hollywood, Ed Wood, Mi semana con Marilyn y mil ejemplos más
que desentrañan los conflictos (reales o imaginarios) de un rodaje, pero aun
así la película de Truffant se mantiene vigorosamente actual, mostrando con
frescura e ingenio esas intimidades y alternando momentos de comedia (el plano
imposible de rodar porque la actriz confunde constantemente la puerta de un
armario con la de la habitación) con situaciones dramáticas y desnudando, con
aparente facilidad, a una serie de personajes que, sin perder apenas tiempo en
desarrollarlos, llegamos a conocer a la perfección.
Quizá
ese es el principal acierto de Truffant, ofrecernos una película
suficientemente compleja como para no presentarnos la historia ya mascada,
haciéndonos entrar en ella con la sensación de que la pillamos ya empezada
y con una serie de personajes a los que nos puede costar ubicar. Consigue así que seamos un miembro más del equipo y que debamos ponernos las pilas para no
quedarnos atrás en la historia –tal y como les sucede a ellos mismos, cuyos
días de rodaje se van acortando por exigencias externas- para, finalmente,
acabar considerándonos como parte de la familia del cine.
Podría
no ser la mejor película de Truffant, pero sí un ejercicio altamente
recomendable, y mucho más para aquellos que, como yo, amamos el cine y sabemos
entender que se trata de algo más que, simplemente, una serie de imágenes
reflejadas sobre una pantalla de tela.
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