sábado, 22 de diciembre de 2018

EL REGRESO DE BEN

Peter Hedges es un director y guionista muy poco prolífico. Su primer libreto fue la intensa ¿A quién ama Gilbert Grape?, del ya lejano 1993, y desde entonces solo ha trabajado en los guiones de seis películas, incluyendo El regreso de Ben, cuatro de las cuales también ha dirigido.
Para El regreso de Ben, Hedges se inspira en un drama que, por desgracia, es mucho más habitual de lo que pudiera parecer, más allá de la simple excusa cinematográfica para arrancar un melodrama normalmente anodino y de tintes televisivos: la desesperación de una madre ante la impotencia de poder (o saber) ayudar a un hijo descarrilado. No se trata aquí de enfrentarse a un hijo psicótico (al estilo de la también noventera El buen hijo o la española Hijo de Caín), sino que el verdadero drama (aunque Hedges lo disfraza ligeramente de thriller para mantener el interés por todo lo alto) es que el propio hijo conflictivo es una víctima de sí mismo. No se trata de un relato sobre la maldad, sino sobre la impotencia para enfrentarse a una serie de decisiones equivocadas que terminan por atrapar en un descenso a los infiernos que convierten al hijo protagonista casi en un desconocido a los ojos de su madre. Algo parecido a lo que se jugaba, en otros términos, en la reciente Tu hijo, con José Coronado.
Hedges plantea aquí un dilema moral alrededor de la madre (luchar hasta el final ignorando el dolor y la destrucción que ello pueda causar en el resto de la familia) o tirar la toalla y dar por perdido a un hijo sin aparentes aspiraciones de salvación. Para ello, era preciso que los dos intérpretes lograsen unos grandes trabajos capaces de contagiar al espectador su tormento interno, y aquí radica uno de los grandes méritos del film. Tanto julia Roberts en el papel de madre como Lucas Hedges (hijo del director) dando vida a su hijo, están excelentes, logrando imprimir el drama de la historia sin caer en exageraciones ni histrionismos de opereta.
También acierta el realizador al imprimir un toque de intriga (lo que desencadena la acción es el robo del perro de la familia) que obliga a los protagonistas a recorrer su pueblo tirando del hilo de la desaparición de la mascota, aunque la investigación (que en cierto momento separará sus caminos) es en el fondo un simple reflejo de cómo tiran del hilo de sus propias vidas para aprender a conocerse y a conocer sus propios sentimientos.
Es, en fin, una película dura y sensible, que no sensiblera, que sabe aprovechar muy bien sus recursos y esquiva con habilidad la ñoñería, logrando una intensidad modélica y muy equilibrada.

Valoración: siete sobre diez.

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