La balada de Buster Scruggs parte de una serie de relatos que los hermanos Coen habían ido escribiendo a lo largo de su carrera con el Oeste como telón de fondo. A alguien se le ocurrió que la idea podía dar para una serie de televisión, pero tras tantearlo de la mano de Netflix el proyecto terminó derivando en una antología en forma de película.
Con La balada de Buster Scruggs Netflix confirma su apuesta por los largometrajes, siendo cada vez más los grandes autores que recaen en su plataforma (es inminente el estreno de Roma, de Alfonso Cuaron), agradecidos por la libertad que les ofrece y que posiblemente sería complicada conseguir de cara a un estreno comercial en cines.
Podría verse en La balada de Buster Scruggs la propia evolución en la vida de los Coen, de manera que las historias tienen un tono completamente diferente de unas a otras, comenzando por el humor más absurdo hasta concluir en un formalismo ejemplar, más centrados en los diálogos que en las situaciones, pasando, eso sí, por el drama más duro e intimista. Naturalmente, como en todas las películas de antologías, hay altibajos y cada uno podrá apreciar mejor una u otra historia dependiendo de lo que ande buscando, resultando incluso algo extraña esa mezcla de géneros que tienen en el western el único denominador común. Lo que no se le puede negar a los Coen es su pericia como directores, cuidando al máximo la fotografía y consiguiendo un empaque visual excelente.
Es difícil definir la calidad de la película, a habidas cuentas de lo irregular que es, pero hay que calificarla, como mínimo, de interesante. Un arranque musical con un personaje que rompe la cuarta pared para dirigirse directamente al espectador, sirviendo de presentación de la colección de relatos, un vaquero condenado a la horca con el rostro de James Franco (¿una metáfora, quizá, del escarnio público al que fue sometido por ciertas acusaciones tras el estreno de The disaster artist?), la triste y dura historia de un feriante al que da vida Liam Neeson y su mutilado hijo, la aventura de un buscador de oro solitario, la angustiante soledad de una mujer en una caravana acechada por los indios y la conversación entre unos desconocidos a bordo de una diligencia, quizá un guiño a Los Odiosos ocho de Tarantino, conforman este surtido de relatos que tocan casi todos los tópicos de las viejas películas del Oeste a la que rinden un sentido homenaje y que dejan un extraño regusto de insatisfacción tras el visionado, pero que quedan grabadas en el recuerdo y, allí almacenadas, van mejorando con el paso del tiempo. Al final, la sensibilidad termina por vencer al humor, pese a que no sea lo esperado.
Valoración: Siete sobre diez.
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