Comanchería, dirigida por David Makenzie, fue la película
revelación de hace un par de años (yo mismo la catalogué entre lo mejor del
año), llegando incluso, pese a ser una película independiente, a colarse en las
quinielas de los Oscar. Por ello, mientras su guionista Taylor Sheridan
conseguía debutar como director de Wind River y firmar el libreto de Sicario:el día del soldado (él mismo había debutado con la primera Sicario), todas las miradas estaban
pendientes el siguiente trabajo de Makenzie, para el cual ha vuelto a confiar
en el protagonista de Comanchería,
Chis Pine, pero, curiosamente, no en el mismo medio.
Efectivamente,
El rey proscrito no se ha podido ver
en cines, siendo una producción Netflix y demostrando que la plataforma de
streaming está empezando a apostar cada vez más fuete por los largometrajes.
Atrás quedan los tiempos en que sus películas eran objeto de burla, y tras
títulos tan estimulantes e importantes como Aniquilación,
Okja o Mudbound, ahora llega un verdadero desembarco de películas
imprescindibles, como Roma, Mowgli, La balada de Buster Scruggs o Cam.
El rey proscrito podría definirse, de manera precipitada, como una
especie de secuela de Braveheart. No
es eso, ni mucho menos, pero por ahí andan los tiros. De hecho, es la
“verdadera” historia de cómo Escocia logró independizarse de Inglaterra allá
por 1314.
Dicen
los historiadores que casi el ochenta por ciento de lo narrado en Braveheart es pura ficción. En El rey proscrito, cuyo arranque coincide
casi con la muerte de William Wallace, lo que se cuenta de Eduard Bruce, que llegó
a ser coronado como Eduard I de Escocia es más o menos fiel a la realidad,
aunque ennobleciendo bastante al personaje para poderlo convertir, ¿cómo no?,
en el héroe de la película. Así, Makenzie logra suavizar el carácter ambicioso
y egoísta del rey, profundizando en la historia de amor que decora las escenas
de batalla y volviendo a acercarse, de nuevo, más a la leyenda que a la cruda
realidad.
Como
sea, y aceptando las limitaciones presupuestarias que obligatoriamente deben
diferenciar una producción (por lujosa que sea) de Netflix que una
superproducción de Hollywood tradicional, la película resulta un entretenido
pasatiempo, un buen film de aventuras que Makenzie filma con elegancia y en la
que Pine vuelve a derrochar su carisma habitual. Puede que al final El rey proscrito termine siendo más una
película de batallas medievales que un fidedigno retrato histórico, aunque no
es menos cierto que la historia no puede ser poseedora de una verdad absoluta,
ya que siempre dependerá de quién sea el que la cuente. Así, lo mejor es
contentarse con el concepto de entretenimiento que se nos ofrece y disfrutar de
unas secuencias de acción bien planificadas y de los entresijos inherentes a
los temas relacionados con las coronas para, definitivamente, hacer un buen programa
doble con el clásico que encumbrara a Mel Gibson hace ya veintitrés años.
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