jueves, 6 de diciembre de 2018

RALPH ROMPE INTERNET

Por más que se quiera promover la igualdad de género desde la infancia, estigmatizando los juguetes que toda la vida han sido “para niños” o “para niñas”, las películas de animación de Disney (y por extensión de Pixar) no se han preocupado demasiado por evitar caer en la trampa, y es fácil reconocer las películas de “princesas” enfocadas a un público principalmente femenino y las de “héroes” (ya sean “supers” como en Los Increíbles o Big hero 6 o de carreras, como la saga Cars) orientadas a los chicarrones de la casa. Rompe Ralph, la película de 2012, empezaba a jugar con el tema, siendo una película de chicos (ambientada en el mundo de los videojuegos, que hasta hace unos años era territorio exclusivamente masculino) pero incorporando a última hora, por sorpresa y casi a traición, a una princesa, nada tradicional ni ortodoxa, eso sí.
En Ralph rompe Internet, su secuela, ese concepto se lleva a sus máximas consecuencias. En ella, amparándose en la fantástica química que los personajes de Ralph y Vanellope transmitían, el escenario cambia del mundo de los videojuegos a las posibilidades infinitas que ofrece Internet, ese concepto tan abstracto que aquí toma forma física de una manera visualmente apabullante y muy efectiva. Aquí ya no hay distinciones de género (Zootrópolis fue, posiblemente, el primer gran paso en ese camino) y Disney se permite incluso ridiculizar a esas princesas algo ñoñas y desfasadas de las que ha vivido durante tanto tiempo.
Aún más, Disney se atreve incluso a burlarse de la propia Pixar (“el otro estudio”, lo llaman en un momento dado de la película), conocedor de que esas diferencias creativas y de diseño que había entre ambas se ha roto definitivamente y que la casa madre es capaz, ahora sí, de situarse por delante de aquella pionera en la animación en 3D.
Ralph rompe internet es una divertida secuela, capaz de superar a la original en muchos momentos del metraje, que hará las delicias de los más pequeños de la casa. Pero, como suele suceder en muchos productos de animación reciente de Disney, contiene suficientes elementos para pensar que en realidad está más enfocada en un público adulto que en los más pequeños, que sin duda disfrutarán con la aparición de personajes Marvel o Star Wars (hay que exprimir las licencias como sea), pero que no terminarán de pillar muchas de las bromas y guiños ocultos de esta recreación llena de claroscuros de Internet que nos presenta la película de Phil Johnson y Rich Moore (ojo a la muestra definitiva de autoparodia presente en la escena postcréditos).
Es cierto que aún saliendo airosos en la difícil tarea de dar forma a la red, no es la primera vez que es posible ver esto en el cine, y hay ciertos momentos que parecen claramente inspirados en la película (infinitamente inferior, pero hasta cierto punto efectiva) de Emoji. Sin embargo, no hay comparación posible entre la calidad de los gráficos actuales, la emotividad del guion y, sobre todo, el desarrollo de unos personajes que, una vez fueron presentados en la primera película, rallan a muy buen nivel, logrando que la película, estupendo y tronchante divertimento, tenga también su valor emocional. Porque al final, pese a todas las maravillas que nos desbordan los sentidos al ver esta película, lo que verdaderamente funciona es su guion, en el que se saca el máximo partido al avance de una relación que en su madurez puede resultar dolorosamente real (en la vida real nada es para siempre, niños, lo siento) a la par que la presencia de los secundarios, perfectamente dibujados con apenas unos minutos en pantalla, son el complemento ideal a una aventura mucho más ambiciosa y emotiva que la de la primera aventura de Ralph.
Esta es, definitivamente, la secuela que sí merece la pena ver. Y, en espera a la llegada de Spiderman: un nuevo universo, la película de animación del año.

Valoración: Ocho sobre diez.

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