Soy
un fkiki. Lo sé, lo acepto y me enorgullezco incluso. No soy un friki radical,
de esos que se saben de memoria en qué página de que número de la colección de Superman
aparece por primera vez el Superperro ni sé recitar de memoria los directores
de fotografía de las diversas secuelas de La
noche de los muertos vivientes de George Romero, pero sigo siendo, pese a
ello, un friki reconocido.
Y es por ello que me indigno e incluso ofendo cuando
aquellos que llevan las caretas de “cultos” o “intelectuales” (ya sabéis que
por aquí hablo mucho de los tipos del CSI, críticos sesudos intelectualoides)
se dedican a tirar piedras y esconder la mano contra todo aquello que
pertenezca a lo llamado la subcultura de lo fantástico.
Ahora,
la última moda está en criticar hasta el odio irracional las películas basadas
en cómics, imagino que temiendo que las increíbles recaudaciones que la mayoría
de estas obras están disfrutando amenace la estabilidad mundial. Se habla, con
cansina insistencia, de la “burbuja del cine de superhéroes”, que sin duda
debería terminar por estallar como sucediera con la tristemente célebre burbuja
inmobiliaria. Quizá ahora, muchos de esos tipejos tristes y de escasa
imaginación estarán frotándose las manos ante el estrepitoso descalabro de Los Cuatro Fantásticos, de Josh Trank,
viendo en el despropósito de la Fox el primer signo de debilidad en el género.
Pues bien, a todos ellos quiero dedicar mi comentario del mes.
Un
pequeño interludio, solo para dejar las cosas claras: Los Cuatro Fantásticos no ha pinchado porque la gente se esté
cansando de tanto superhéroe. Simplemente, es una película pésima. Ya está, ya
lo he dicho. Sigamos…
Antes
que nada me gustaría definir lo que son las películas de superhéroes. Antes,
cuando se podían contar con los dedos de una mano, era fácil confundir cine de
superhéroes con adaptación de comics, pero ambas definiciones han terminado por
seguir caminos paralelos pero no siempre superpuestos, como lo demuestran títulos
comiqueros que nada tienen que ver con los célebres tipos con mallas y capas,
como las magníficas Camino a la perdición,
de Sam Mendes, Una historia de violencia,
de David Cronenberg o Snowpiercer de Bong
Joon-ho, mientras que hay muchos títulos con superhéroes que no han sido
paridos en el comic, como Hancock, Los Increíbles o El Protegido. Para no crear confusiones, voy a suponer que la
burbuja a la que muchos auguran su inminente decadencia (y ahí están las
palabras de Steven Spielberg –que sabe mucho de lo que es una retirada a tiempo
como demuestra su Indiana Jones y la
calavera de cristal, guiño, guiño- o Alejandro González Iñárritu) son
aquellas que mezclan ambas cosas: superhéroes y comic.
Personalmente,
la prueba de que no se trata de una burbuja como tal está en la radical
importancia que este fenómeno ha tenido en los últimos años, mereciendo que sea
considerado casa como un género propio. Quizá los académicos se puedan llevar
las manos a la cabeza ante mi propuesta, pero ¿acaso la clasificación por
géneros no debería surgir a partir del imaginario popular? Marvel ha demostrado
en sus últimas adaptaciones como jugar con diversos géneros, desde la
space-opera hasta la comedia de robos pasando por thrillers políticos, fantasía
mitológica y, en un futuro cercano, el terror psicológico (Doctor Extraño será dirigido por el director de Sinister) o la aventura clásica (Black Panther sin duda tendrá reminiscencias
de Tarzán, rey de los monos). Pero la
gente las sigue definiendo como “películas de superhéroes”, así, sin más. Por
lo tanto, ¿no merecen ser consideraras ya como un género individual dentro de
la Industria?
Y
si fuese así, ¿dónde está esa peligrosa burbuja de la que todos hablan? El año
pasado llegaron cinco grandes películas basadas en cómics: Capitán américa: Soldado de Invierno, Amazing Spiderman 2: el poder de Electro, X-men: días del futuro pasado, Los
Guardianes de la Galaxia y Tortugas
Ninja (esta última entraría en el género por los pelos), quedando en el
limbo del olvido Sin City 2. Cinco. Y
si rebuscamos un poco en películas menores, adaptaciones menos superheróicas,
estrenos directos a video, etc. podríamos quizá doblar esa cifra. ¿Alguien
sabría decir cuántas comedias románticas se han estrenado en ese mismo periodo
de tiempo? ¿Cuántos títulos de terror? ¿Cuántas policíacas?
Sí,
ciertos titulares pueden resultar alarmantes (recuerdo el portal Sensacine
anunciando que: “Más de 40 películas de
superhéroes llegarán entre 2015 y 2020”) y se prevé una cruenta guerra
entre Marvel y DC en los próximos meses pero, insisto, los superhéroes como
género siguen siendo una inmensa minoría. El problema es que, pese a ser
minoría, dan mucho dinero (ahora mismo tres de las diez películas con más
recaudación de la historia son de este género; Marvel, para ser más precisos),
y si encima se extienden a la televisión, pues peor todavía.
Ahora
bien, si queremos hablar de burbujas: ¿qué me decís de la burbuja de las
películas Young Adult que nos invaden
desde que Crepúsculo arrasara entre las
quinceañeras o de la fantasía adolescente que pretende emular a Harry Potter? Por cada Juegos del Hambre (y la tercera fue una
chufla) o Corredor del laberinto, ¿cuántos
bodrios como Insurgente, La brújula dorada y compañía nos hemos
tenido que tragar? ¿Y qué me decís de la burbuja de las adaptaciones de cuentos
de hadas? Dos reinvenciones de Blancanieves
coincidieron en cartel, Oz y Jack el cazagigantes de dieron también de
tortas, hay secuelas y precuelas en acción real de títulos originales de
animación y aún nos espera el estreno inminente de Pan y de El libro de la Selva.
¿Y el Universo Star Wars, todo él una
burbuja en sí mismo con un estreno anual los próximos seis años, comics, series
y web series aparte?
El
cine de superhéroes no es una moda, sino un nuevo concepto que se supo
reinventar a con el cambio de siglo y goza, a nivel general, de muy buena
salud, logrando algo que parecía ya imposible en el mundo del cine: innovar.
Porque lo que hizo Marvel (con un factor suerte que tampoco hay que obviar) de
crear una saga cinematográfica como si cada película fuese un episodio de un
conjunto mayor, dividiéndolas incluso en temporadas (fases, las llaman ellos) y
expandiendo los argumentos hasta la televisión (magnífica la serie Daredevil) era algo impensable en
aquellos años en que el Superman de
Donner y el Batman de Burton eran una
rareza para el mundillo friki. ¿El precio a pagar? Los imitadores, que
pretenden seguir el camino marcado como si fuese algo tan sencillo.
La
verdadera burbuja llega ahora, con el tema de los Universos compartidos que tan
bien ha trabajado Marvel y en los que DC tienen aún mucho que decir. En un
futuro cercano vamos a tener un Universo compartido de monstruos dela Universal
(y la primera película, Drácula, no
es que fuese para tirar cohetes), habrá universo compartido de Tranformers, otro de Cazafantasmas y se pretende hacer
incluso un universo compartido que mezcle a los Hombres
de Negro con los protagonistas de Infiltrados
en clase. Ver para creer.
En
fin, dicho esto, cada uno seguirá fiel a sus ideas, eso está claro, pero no me
cabe la menor duda de que los superhéroes tienen cuerda para rato. Y aquí
estará el panda para dar fe de ello.