Cuando leí que la segunda temporada de El Vecino iba a ser también la última no me sentí especialmente afectado, ya que lo cierto es que tampoco es que guarde un recuerdo desorbitado hacia la primera temporada. Sin embargo, una vez vista, he reconocido un crecimiento enorme en la serie, que deja de perder el tiempo dando vueltas alrededor de los personajes y va directo a por la acción, incorporando nuevos elementos en forma de amenazas extraterrestres (genial Javier Bonet) y potenciando al máximo la guerra de sexos entre el personaje de Quim Gutiérrez y Clara Lago, dejando como moraleja final que ambos son las dos caras de una misma moneda.
Como
ya conocemos de sobras al cuarteto protagonista, las nuevas incorporaciones se
reciben con los brazos abiertos, generando demenciales subtramas como la de la
ambiciosa alcaldesa de Madrid (¿a alguien más le quiere recordar en algo a
Ayuso?) que es capaz de todo por lograr controlar a Titán para sus propios
intereses, o esa genialidad que es Fran Perea haciendo de Fran Perea, un
absurdo que puede recordar (aunque de manera más delirante), al Matt LeBlanc de
Episodes.
En
fin, una temporada en que la serie va en aumento, tanto en diversión como en
ambición, haciendo que al final sea una verdadera lástima que el invento se
quede solo en dos tandas de episodios que se devoran en un santiamén, más cuando
el final bien anuncia los hipotéticos planes para una tercera temporada que,
por lo visto, nunca llegaremos a ver.
Una
lástima, pero, como se suele decir, que nos quiten lo bailado. Ojalá hubiesen
sabido Villalongo y compañía empezar con esta fuerza la primera temporada.
Quizá así otro gallo les hubiera cantado…
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