jueves, 15 de julio de 2021

Cine: A TODO TREN (DESTINO ASTURIAS)

Con Torrente aparentemente muerto y enterrado, Santiago Segura sigue empeñado en realizar un cine familiar cortado por el mismo patrón y sin demasiada inspiración propia, ya que por cuarta vez consecutiva recurre a películas de filmografías extranjeras para darle su propio toque.

Para terminar de rematar, después de la especialmente inspirada Sin rodeos (y es fácil estar inspirado con Maribel Verdú entregada a su personaje), el éxito de Padre no hay más que uno y su secuela ha condicionado aún más si cabe la trayectoria de Segura como director, que empieza ya a repetirse peligrosamente. Aunque A todo tren (Destino Asturias) no pertenezca a la saga, podría, pues vuelve a recurrir al tema de padre en apuros lidiando con niños descontrolados.

El problema radica en que en esta ocasión Segura y su coguionista de cabecera, Marta González de Vega, erran el tiro con un esperpento sin apenas gracia y que tiene un tufillo a casposo que tira para atrás.

De nuevo el personaje de Segura debe enfrentarse al cuidado de un grupo de niños, esta vez contando con la inestimable colaboración de Leo Harlem. El problema viene cuando los meten en un tren y este marcha sin los dos adultos, arrancando así una doble trama: por un lado los niños odiosos haciendo trastadas en el tren (y si nos odias del todo es porque para eso está la figura de Florentino Hernández, para ser más odiable todavía), por otro, los dos desdichados acompañados por un chaval rezagado para tratar de llegar a Asturias a la par que el tren y sin que sus respectivas mujeres (esposa e hija) se enteren de nada.

Poco, muy poco hay en la película que provoque carcajadas, y las pocas sonrisas que se pueden deslizar provienen principalmente del personaje de David Guapo, más por su saber hacer que por la originalidad del mismo. Respecto a los dos protagonistas, no hay mucho que salvar, por más que cumplan con su papel como actores, debido a un libreto insulso y anodino. Tras las supuestas risas hay un intento de profundizar en la psique de los personajes y hacerlos avanzar, tanto física como espiritualmente, invitando a una especie de redención al caradura metepatas de Harlem y haciendo espabilar al hipocondríaco llorón de Segura. Pero ni por esas. Poco hay que ayude a simpatizar con estos dos, de manera que el invento nunca llega  a buen puerto.

Como siempre en una producción de Segura, queda el entretenimiento de ir reconociendo a los amiguetes que pululan por ahí, meros comparsas que en algún caso podría estar mucho más aprovechado.

Hace poco comentaba, a raíz de Operación Camarón, el mérito que era para la película no ser una mera sucesión de gags. De esto precisamente trata A todo tren, de lanzar a la pantalla el mayor número de tontadas con la esperanza de que alguna caiga en gracia. Y seguramente tendrá su público, no lo niego, pero por lo que a mí respecta esta vez Segura me ha decepcionado.

 

Valoración: Tres sobre diez.

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