Cuando imaginamos un mundo apocalíptico presentado por el cine, lo más sencillo es imaginar hordas de zombies como los de Península, extraterrestres hambrientos como los de Un lugar tranquilo o supervivientes belicosos como los de Mad Max. Pero hay otro subgénero, sin embargo, que también funciona bastante bien, como es el de las «epidemias extrañas». A ciegas (blindness) imaginaba una sociedad en la que todo el mundo se volvía ciego de repente, Los últimos días planteaba que, sin mucha explicación, todos sufrieran de agorafobia y en El incidente, una plaga produce que la gente se suicide.
En
esta línea cabe situar a Disomnia
que, debido a un efecto solar (que tampoco se molestan demasiado en concretar),
la gente padece de disomnia En otras palabras, que no pueden dormir.
Uno
de los aciertos de Mark Raso, escritor y director de Disomnia, es el enfoque dramático que pone en el film, que sigue
muy de cerca las vicisitudes de una madre y sus hijos por sobrevivir, incluso
cuando en ellos puede estar la clave de una cura. Y es que, más allá de la
originalidad del tema del sueño (con una buena explicación de las consecuencias
de las respectivas fases), hay muchos detalles que recuerdan a otras historias ya
vistas. Un ejemplo es el detalle de que la hija de la protagonista sí pueda
dormir, algo que nos lleva al caso de los que son inmunes a una infección (me
viene a la mente, en este caso, el juego Last
of us), y el hecho de que su inmunidad esté relacionada con una caída al
agua (aunque por diferentes motivos), me hizo pensar en la superviviente a una
amenaza extraterrestre de Segundo origen.
Pero
esto no es necesariamente algo malo, simplemente cansino, ya que resulta
difícil evitar referencias anteriores en un género tan machacado como este. El
problema real es más bien que pese a las buenas intenciones iniciales de
apostar por la historia personal de los protagonistas (aquí pensé en el enfoque
de Greenland, donde la historia de la
familia prevalecía por encima de la destrucción de la humanidad), pero al final
la narración se vuelve demasiado rutinaria, llegando un momento en que
podríamos estar viendo cualquier película hecha con plantilla, cambiando una
amenaza por otra. Además, al ser una producción de presupuesto comedido, la
puesta en escena no puede ser tampoco para echar cohetes, siendo solo en el
tramo final donde Raso se permite jugar un poco con la cámara y ofrecer alguna
secuencia estimulante. Lástima que se quede corto en la forma de plasmar los
efectos de la falta de sueño.
En
fin, que la película es entretenida y se deja ver con agrado, pero se queda
corta en sus pretensiones y no arriesga lo necesario como para diferenciarse en
algo de la media.
Valoración:
Seis sobre diez.
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