Estaba trabajando Fox en una trilogía basada en la saga literaria de RL Stine (el mismo de Pesadillas), con la idea de estrenarlas en cines con un mes de diferencia cuando la compra de Disney y la pandemia maldita se cruzaron por medio. Se trata de una historia de terror con adolescentes asesinados y la medida justa de gore, con lo que Disney no sabía muy bien qué hacer con ellas y la cedió a Netflix, que tuvieron el acierto de variar ligeramente los planes y realizar los estrenos de manera semanal, para regocijo de los fans del terror.
No
es que La calle del Terror - Parte uno:1994, sea una película verdaderamente aterradora (sustos hay más bien
pocos), pero sí es una aproximación al concepto del slasher muy acertada y, pese a su ubicación en los noventa, con una
mirada muy actual, como demuestra la historia romántica tan poco habitual en
este tipo de películas.
La calle del terror se compone de un elemento sobrenatural, la maldición
de una bruja, que es lo que servirá de hilo conductor en este viaje por el
tiempo hacia atrás para componer la historia completa de lo sucedido, algo ya
de por sí original. Sin embargo, esta primera película rinde su particular
homenaje al concepto del asesino en serie, ofreciendo todo un catálogo de psycho killers muy estimulante. No hay
duda de que películas como Halloween
o Scream están en el punto de mira de
la directora Leigh Janiak (quien precisamente estuvo involucrada en la serie
televisiva de Scream), otorgando al
film un aire muy heredero de éxitos recientes como It o Stranger Things, pero
dotando de una madurez a sus personajes que les viene más que bien.
La
premisa de la historia pasa por presentarnos un pueblo, Shadyside, con la tasa
de mortalidad más alta de todo Estados Unidos. A lo largo de la historia parece
que los asesinos en serie se han visto atraídos por ese lugar, y el fatal
descubrimiento de unos chavales con relación a los restos mortales de una
supuesta bruja desencadenará un nuevo caos en la población.
Se
agradece que no todo esté plagado de decisiones absurdas como suele ocurrir en
este tipo de películas, pudiendo achacarse las tonterías concretas de los
protagonistas (que tardan más de la cuenta en tomarse en serio el peligro al
que están sometidos) a la justificación de que son jóvenes, idiotas por
definición y más movidos por sus hormonas que por el cerebro. Por ello, para
poder entender mejor los conflictos, más allá de la presencia de un asesino (o
varios) por ahí suelto, Janiak se toma su tiempo para definir bien a los
personajes, precisando para ello de un arranque (prólogo aparte) algo lento,
hasta desencadenar en una orgia de muertes muy divertida para los amantes del
género sin llegar a caer en el exceso festivalero del gore desmedido y absurdo.
Por
ello, sin ser tampoco la panacea, la primera entrega de La calle del terror resulta suficientemente estimulante como para
dejar al espectador con ganas de más, siendo por ello una gran ventaja el tener
que esperar solo una semana para seguir con la historia.
Valoración:
Siete sobre diez.
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