Pasajero oculto, es una de esas tonterías que tanto me gustan que llevaba tiempo con ganas de ver, pero su estreno en Filmin venía acompañado de un coste adicional (algo que, como ya sabrán los que me conocen, no comparto), por lo que he tenido que esperar a su llegada a Movistar para poder acceder a ella.
Dirigida por Roseanne Liang y
reescrita por ella misma a partir de un libreto del ahora repudiado Max Landis,
la película, de corte muy festivalero, cuenta la historia de una piloto que,
durante la II Guerra Mundial, debe realizar un trayecto en un caza B-17 con una
carga ultra secreta. Al principio, parece que el único problema con el que
deberá lidiar es con el machismo extremo de sus compañeros de vuelo, pero una
presencia no prevista llevará el trayecto hasta límites insospechados.
Aunque no se da mucha
explicación, lo cual es hasta cierto punto positivo, sobre el origen del mal, Landis
y Liang recurren al concepto del gremling (la criatura mitológica a la que le
gusta destrozar cualquier tipo de maquinaria y que en tiempos de guerra
culpaban de cualquier fallo mecánico) que dio origen a la mítica película de
Joe Dante y cuya popularidad se debió, en gran parte, a la novela de Roald Dahl. Hay ciertos paralelismos, es
indudable, con el episodio dirigido por George Miller de la película En los límites de la realidad.
Es Pasajero oculto un producto
extraño y difícil de clasificar. Con un claro sentido reivindicativo muy
heredero de la época #metoo que
estamos viviendo, Liang quiere homenajear, sobretodo mediante los créditos
finales, a todas esas mujeres (en su mayoría anónimas) que combatieron en la
IIGM, a la par que inicia su historia con la protagonista encerrada en la
cabina del artificiero, con el resto de sus compañeros actuando en off y
dotando al film de un sentido de angustiante claustrofobia que parece querer
emular a títulos como Buried o la
reciente Oxígeno. Sin embargo, hay,
en un momento dado, un giro de ciento ochenta grados que lanza por tierra la
poca verosimilitud que tenía hasta ahora la propuesta para volverse
completamente loca, con piruetas ridículamente imposibles y desmadres varios.
No es que me queje del resultado final, que cuanto más loco más divertido
(quizá en ese sentido lo que le sobra es, precisamente, cierta subtrama
romántica que ralentiza algo el ritmo), sino que quizá se debería haber
apostado por ese tono desde el primer momento, quedando a medio camino entre el
empoderamiento femenino, la aventura bélica y el fantástico más absurdo.
Con todo y con ello, la
película funciona como un entretenimiento gamberro y canalla, con toques casi
de dibujo animado y una Chloë Grace Moretz que ejerce como anfitriona y casi
única invitada (con permiso del gremlin) de la fiesta.
Como digo siempre, bien vale
para echarse unas risas. Y, si de paso, da unas pinceladitas de reivindicación femenina,
pues mejor que mejor.
Valoración: Seis sobre diez.
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