lunes, 14 de octubre de 2013

EL MAYORDOMO (7d10)

Estamos de enhorabuena. Por fin ha pasado el verano. Se olvida uno del calor, los escaparates de pueblan de calabazas y murciélagos y las rebajas dejan paso a los primeros arrebatos de las compras navideñas. Y en cine, tonterías estivales como El hombre de Acero, Pacific Rin o El llanero Solitario dejan paso a aquellas películas con serias aspiraciones a llenar sus vitrinas con los premios más prestigiosos del séptimo arte. Si la semana pasada la visualmente impresionante Gravity hacía el disparo de salida, es ahora turno de El mayordomo, una de las sorpresas de la temporada en los USA a la vez que una sencilla y entrañable historia río sobre un hombre negro que pasó más de veinte años trabajando para la Casa Blanca.
Cecil Gaines nació en una hacienda del sur donde estaba destinado a trabajar en los campos de algodón. Allí vio morir a su padre a manos de su patrón y enloquecer a su maltratada y violada madre, así que tan pronto tuvo edad de valerse por sí mismo salió por piernas de ese lugar y emigró al norte, donde aprendió a ser un “negro doméstico” con tanta eficacia que llegó a ser el mayordomo del mismísimo presidente de los Estados Unidos.
Bajo esta premisa, que se inspira en la verdadera historia de Gaines, Lee Daniels se embarca en una aventura que, lejos de pretender ser un biopic al uso, es un fiel retrato de la sociedad americana de final de siglo. Mientras se nos explica el conflicto familiar de Gaines, tan centrado en su papel de mayordomo que a menudo olvida que tiene una esposa y dos hijos, el verdadero trasfondo del film es el racismo que imperó (y se mantiene aún en demasiadas poblaciones americanas) en un país que era la tierra de las oportunidades dependiendo del color de piel de cada uno. Mientras los presidentes vienen y van por la vida de Gaines (con breves pinceladas de cada uno de ellos), el verdadero conflicto lo mantiene con su hijo mayor, pacífico revolucionario fiel a Luther King al principio y activista de los Panteras Negras de Malcolm X más adelante, en una reflexión sobre la oscuridad que hay en el alma humana que facilita que víctimas y verdugos intercambien roles a la menor ocasión.
Es aventurado a estas alturas pronosticar el Oscar para Forest Whitaker, aunque no me cabe duda de que se hallará entre los nominados, pues encabeza con firmeza un espectacular reparto donde todos rayan a buen nivel (incluso el habitualmente inexpresivo James Marsden), aunque tengan un tiempo demasiado limitado para destacar. Solo Oprah Winfrey dispone del protagonismo necesario para lucirse a la altura de su marido en la ficción, aunque personalmente encuentro que la presentadora es de lo peor del film, con una plasticidad en su rostro que resulta incluso incómoda de contemplar y que sólo convence en el (esperado) arrebato de furia cerca del final de la película. Así, por el Despacho Oval de la Casa Blanca (que por una vez consigue terminar una película intacta), desfilan Robin Williams como Eisenhower, Liev Schreiber como Johnson, James Marsden como Kennedy, John Cusack como Nixon y Alan Rickman y Jane Fonda como Ronald y Nancy Reagan, además de contar también con las interpretaciones de David Banner y David Oyelowo como los hijos de Gaines y las apariciones de Mariah Carey, Vanessa Redgrave, Terrence Howard, Cuba Gooding Jr., Lenny Kravitz y un largo etcétera.
Una vez más, el punto débil de la película es lo mucho que quiere abarcar en tan reducido tiempo, lo que dificulta que los menos conocedores de la historia contemporánea americana puedan perderse entre los recovecos de todo lo que sucede, en ocasiones apenas insinuado. Los problemas de Nixon con el watergate, el asesinato de Kennedy, la postura de Regan ante el apartheid , las diferencias de actitud entre Martin Luther King y Malcolm X… Todo está ahí, pero no siempre es fácil verlo y, mucho menos, reconocerlo.
Con todo, Daniels consigue que en ningún momento decaiga el interés tanto por lo que está sucediendo por todo el país (aterra pensar que actuaciones tan terribles contra la raza negra se dieran hace tan poco tiempo) como por la crisis en el matrimonio entre Cecil y Gloria, a la par que vamos aprendiendo cómo funciona el interior de la Casa Blanca, empleando con sabiduría el montaje paralelo en no pocas ocasiones y aderezándolo todo con una muy acertada banda sonora.

Quizá no sea tan redonda como para definirla como una lección de cine (o ni siquiera una lección de historia), pero se le acerca. Y Whitaker está, una vez más, de Oscar.

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