lunes, 23 de junio de 2014

TARZAN (5d10)

Confieso haberme acercado a esta película con algo de temor, alertado como estaba por las nefastas críticas que estaba recibiendo por doquier. Pero lo cierto es que si la tomamos como lo que es, una producción europea destinada a un público infantil, la cosa no está tan mal.
Quizá la pregunta es: ¿Hacía falta?
Todos conocemos de memoria la historia del heredero de los Greystoke que queda huérfano y abandonado siendo sólo un niño en medio de la selva africana para ser criado por unos simios que lo aceptan como uno de los suyos. Ya adulto, Tarzán se convertirá en el rey de la selva y velará por la protección y seguridad de los suyos. Una trama que hemos visto mil veces sobre todo con el rostro de Jonnhy Weissmuller pero también con el de Cristopher Lambert o la animación de Disney.
Quizá sabedor de ello, el director Reinhard Klooss maquilla esta producción germana con tintes de ciencia ficción, centrando el argumento en la búsqueda del legendario meteorito que se supone que exterminó a los dinosaurios y al que se le atribuyen grandes propiedades energéticas.
Pese a ello, y aun aceptando los notables cambios respecto a la historia original de Edgar Rice Burroughs, este nuevo Tarzán divaga entre el tono más infantiloide con omnipresente voz en off que incide en la sensación de cuento y un pretendido toque adulto en la recreación de personajes e incluso algún que otro diálogo. Con todo, y pese a las evidentes carencias visuales (sobre todo en lo que respecta a la recreación de personajes humanos), el Tarzán de Klooss no renuncia a los homenajes a los clásicos (era inevitable la conversación: “Yo Tarzán; tú, Jane) siendo a la vez muy hijo de su tiempo. Por momentos, la construcción de la historia de Tarzán recuerda a una película de superhéroes, desde la presentación trágica del héroe (ahí está la carga dramática del Tarzán ya adulto en el helicóptero en el que murieron sus padres), el primer rescate de la dama en apuros o incluso la fanfarria musical a cargo de David Newman que acompaña a la aventura. Incluso los movimientos del joven salvaje saltando entre lianas parece clavado al Spiderman cinematográfico.
Tarzán no es una gran película, ni se parece a la superproducción animada a la que pretende aspirar, pero entretiene y divierte lo justo como para justificar el visionado, aportando los valores apropiados referentes a la importancia de la familia y el triunfo del bien sobre el mal, y luciéndose en el apartado gráfico en cuanto a lo que en paisajes se refiere.
El error, desde luego, sería compararla con la versión de Disney. Es otro presupuesto y, por lo tanto, juega en otra liga. 

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